Antorchas en la biblioteca

En este ocaso somos aún antorchas, luz que sobresale en el horizonte. Y, mientras esta muralla resista, seremos custodios de la Palabra divina.

– Así sea –dijo Guillermo con tono devoto–. Pero, ¿qué tiene que ver eso con la prohibición de visitar la biblioteca?

– Mirad, fray Guillermo –dijo el Abad–, para poder realizar la inmensa y santa obra que atesoran aquellos muros –y señaló hacia la mole del Edificio, que en parte se divisaba por la ventana de la celda, más alta incluso que la iglesia abacial– hombres devotos han trabajado durante siglos, observando unas reglas de hierro. La biblioteca se construyó según un plano que ha permanecido oculto durante siglos, y que ninguno de los monjes está llamado a conocer. Sólo posee ese secreto el bibliotecario, que lo ha recibido del bibliotecario anterior, y que, a su vez, lo transmitirá a su ayudante, con suficiente antelación como para que la muerte no lo sorprenda y la comunidad no se vea privada de ese saber. Y los labios de ambos están sellados por el juramento de no divulgarlo. Sólo el bibliotecario, además de saber, está autorizado a moverse por el laberinto de los libros, sólo él sabe dónde encontrarlos y dónde guardarlos, sólo él es responsable de su conservación. Los otros monjes trabajan en el scriptorium y pueden conocer la lista de los volúmenes que contiene la biblioteca. Pero una lista de títulos no suele decir demasiado: sólo el bibliotecario sabe, por la colocación del volumen, por su grado de inaccesibilidad, qué tipo de secretos, de verdades o de mentiras encierra cada libro. Sólo él decide cómo, cuándo, y si conviene, suministrarlo al monje que lo solicita, a veces no sin antes haber consultado conmigo. Porque no todas las verdades son para todos los oídos, ni todas las mentiras pueden ser reconocidas como tales por cualquier alma piadosa, y, por último, los monjes están en el scriptorium para realizar una tarea determinada, que requiere la lectura de ciertos libros y no de otros, y no para satisfacer la necia curiosidad que puedan sentir, ya sea por flaqueza de sus mentes, por soberbia o por sugestión diabólica.

— Umberto Eco, «El nombre de la rosa»

 

Orden y caos

No inicio esta conferencia con una cita de Umberto Eco por casualidad. El propio título, “Antorchas en la Biblioteca”, hace referencia a una frase de la obra maestra del semiólogo italiano, nacido –las cosas del destino- en un pueblo italiano llamado Alessandria: “En este ocaso somos aún antorchas, luz que sobresale en el horizonte”.

Nacer en un sitio llamado Alessandria, y ser un apasionado de las bibliotecas acaba por condicionar el carácter de un hombre, hasta el punto que su obra cumbre gire en torno a una biblioteca amenazada por las llamas. Unas llamas que pueden iniciar precisamente aquellos que se consideran antorchas del saber, y que cargan contra Internet cada vez que reciben un doctorado honoris causa…

El tema de la biblioteca en peligro también es recurrente en mis conferencias, pese a que lo más cerca que he estado de Alejandría ha sido gracias a los libros de Terenci Moix, muy especialmente el que parte de un verso de Kavafis: «No digas que fue un sueño». Otro título que también sería muy apropiado para los tiempos confusos que vive Internet, esta gran Biblioteca, hoy en peligro por obra y gracia de los mercaderes de la propiedad intelectual.

Lo cierto es que la idea de una biblioteca universal me ha perseguido siempre, desde muy pequeño: uno de mis recuerdos más lejanos me sitúa perdido en un sofá de escay rojo -muy años sesenta- intentando sostener un pesado tomo de la enciclopedia Larousse. Mudo de asombro al comprender que la única forma de entender las historias era siguiendo las referencias cruzadas entre los distintos tomos.

Es un recuerdo simultáneo al de mi atracción por el caos, que me llevó a recortar las letras de los separadores que permitían clasificar las carpetas de mi tío abuelo. Con la consiguiente zurra de la autoridad competente, fiel defensora del orden alfabético.

Umberto Eco siempre ha creído en la necesidad de una Biblioteca como símbolo del orden, ineludible a su juicio para conservar el conocimiento. A diferencia del catedrático de Bolonia, creo que la única construcción humana capaz de cumplir con tal objetivo es una Biblioteca descentralizada, en la que aparentemente reine el caos.

 

Hiperenlaces: la “naturaleza” profunda de la Red

El caos es un orden por interpretar, cuya comprensión está vedada a quien necesite pensar de una forma jerárquica, rígidamente estructurada. Los devotos del orden alfabético nunca entenderán la Red, y precisamente por ello pueden causar mucho daño.

En la Biblioteca de Babel todo son referencias cruzadas. Un índice completo es imposible, al igual que su antónimo: el índice de libros prohibidos. Pero no por ello nuestros políticos dejarán de buscarlo, hasta el punto de intentar dañar la Biblioteca.

Sinapsis es un término griego, cuyo significado es enlace. Y la sinapsis neuronal, la forma en que se comunican las neuronas entre sí, es posiblemente el mejor ejemplo biológico para explicar Internet. La “naturaleza” de la Red está basada en la sinapsis de sus neuronas, en sus hiperenlaces.

Nada es casual: si entrecomillo “naturaleza” es porque Internet es una construcción humana, y como tal construcción, carece de otra naturaleza que no sea la que le han dado los arquitectos de sistemas. Coincido con Lessig en este punto: es preferible hablar de la arquitectura profunda de la Red. Pero como me dirijo a políticos, tengo que utilizar un lenguaje sencillo, que ellos puedan entender, desde su simplicidad necesitada de parábolas.

Caótica como la química orgánica, y como la química orgánica, basada en los enlaces: Internet fermenta a diario, y no deja de crecer. No es extraño, pues, que hablemos de su “naturaleza”, dado que se comporta como un ser vivo. Pero sólo lo es en apariencia: lo que está vivo en ella son las personas que la habitan. Sin embargo, hay algo en su arquitectura que la hace saltar como si estuviese dotada de sistema nervioso: la resistencia a la censura.

Lo dijo John Gilmore: Internet interpreta la censura como un daño, y todo su sistema de defensa se sensibiliza para aislar al invasor. Ha pasado cientos de veces, y seguirá pasando. No quieres caldo, pues toma dos tazas: ahí está La Lista de Sinde para demostrarlo.

Perseguir de cualquier forma los enlaces de hipertexto, en tanto que simples enlaces, es perseguir Internet. Y es la forma más sencilla de conseguir la unidad de todas las fuerzas de resistencia en contra de la censura: algo que en cualquier otra circunstancia sería imposible, habida cuenta de las diferencias culturales e ideológicas de las diferentes tribus que conforman la Red.

 

La Ley Sinde, una enfermedad neuronal

La pretensión del Gobierno Zapatero es modificar el tratamiento jurídico de los hipervínculos de Internet, de forma que puedan cerrarse las páginas que recopilan enlaces a contenidos protegidos por derechos de autor. En lugar de focalizar el problema en la vigente Ley de Propiedad Intelectual –que no define el enlace como comunicación pública de las obras- el Gobierno pretende otorgar competencias a un órgano administrativo, la Sección Segunda de la Comisión de Propiedad Intelectual del Ministerio de Cultura, para que por ésta se determine qué páginas deben ser cerradas.

El sistema mental de nuestros políticos es un triste reflejo de las estructuras jerárquicas donde medran. Unas estructuras jerárquicas, caldo de cultivo de toda corrupción, que les impiden comprender la complejidad de la sociedad-red emergente. En su simpleza, piensan que pueden identificar el índice de libros prohibidos que les permita censurar la Biblioteca. Como quien le quita a un niño el tomo de la letra P de la enciclopedia, para que no pueda buscar la Palabra Prohibida.

No entienden nada. De la misma forma que se aísla al invasor, la propia Red es capaz de restaurar sus sinapsis dañadas, circunvalando cualquier tipo de censura. A la larga, el derroche de fondos públicos no servirá para mucho. Pero eso no quiere decir que la Ley Sinde no sea dañina: cualquier mutilación de la Red puede ser un infinito drama humano, como lo es cualquier abuso del poder sobre la ciudadanía.

Como ya pusieran de manifiesto David Bravo y Javier de la Cueva, la razón última de la reforma es la falta de confianza del Ejecutivo y de los abogados de las multinacionales del entretenimiento en la judicatura española, que no interpreta las leyes como a aquéllos les gustaría. Nada es más manejable que un Gobierno en decadencia, infinitamente más flexible que jueces y fiscales a la hora de adaptarse a las necesidades del verdadero poder.

No me extenderé aquí sobre las razones que hacen de la Ley Sinde una mala ley. Es mucho más esclarecedor leer lo que han dicho de ella los magistrados encargados de aplicarla, los catedráticos que tendrían que estudiarla, o los abogados que habrían de utilizarla. Órganos consultivos y colectivos sociales se han pronunciado extensamente, y exceptuando a una fantasmal Coalición –en la que cada día se hace más difícil la convivencia de intereses entre verdaderos autores y simples intermediarios- ningún jurista de prestigio ha defendido el anteproyecto de ley.

Y ya que menciono la Coalición… Ignoro si el experto en relaciones públicas que la bautizó conoce la Historia: siempre es preferible atribuir a la ignorancia lo que de otra forma sería traición a quien le contrató. No se explica de otra forma tamaña necedad: si te autodenominas Coalición, estás reconociendo que lo que tienes delante es una Revolución que antes o después se convertirá, inexorablemente, en nueva República.

 

Autores y editores, perdidos en la Biblioteca

Lo divertido de toda esta historia es el origen: el concepto de copia previsto en la Ley de Propiedad Intelectual. Algo que desde el principio es un timo en toda regla.

El primer engañado es el propio autor, al que se le hizo creer que el número de copias se podía controlar, y que su editor siempre le diría la verdad. Peor es el yerro del editor, al que sus asesores le dijeron que se podría perseguir toda copia no autorizada.

Pero no hay peor engaño que el de aquel que se engaña a sí mismo, y llega a construir organizaciones con el sólo objetivo de perseguir la copia: organizaciones despojadas completamente de su objetivo fundacional, la protección del autor, y que sólo aspiran a su propia supervivencia, basada en la represión.

Los impulsores de la Disposición Final Primera de la Ley de Economía Sostenible son charlatanes, vendedores de elixires milagrosos, que han engañado a autores, editores, y aún a sí mismos, para mantener hasta el final una inmensa ficción jurídica: la posibilidad de perseguir o impedir la copia de las obras en cualquier tipo de circunstancia.

Hasta el último jurista español conoce el principio establecido en el artículo 3, apartado 1 del Código Civil:

«Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas.»

Cuando la realidad social ha permitido que todos los ciudadanos puedan copiar y compartir libremente sus bibliotecas, la norma deviene inútil. En el ámbito de la Propiedad Intelectual, una normativa basada en la persecución de la copia, o del enlace a la copia, no sirve absolutamente para nada.

Un verdadero asesor le hubiese dicho eso desde el principio a sus clientes, en lugar de embarcarlos en una guerra perdida de antemano. Un verdadero asesor hubiese buscado vías alternativas para conseguir que autores y editores pudiesen seguir viviendo de su trabajo. Pero hace tiempo que dejaron de ser asesores, para convertirse en asesinos de ideas: un ejército mercenario que ha acabado por imponerse a aquellos que lo contrataron, en un verdadero golpe de estado editorial.

 

Otra propiedad intelectual es posible

El objetivo de la Ley Sinde no es otro que cerrar, a cualquier precio, las llamadas “páginas de enlaces”. Webs cuyo contenido fundamental son enlaces a archivos compartidos por los usuarios, que en buena parte son copias de obras protegidas por derechos de autor.

Se parte de un presupuesto erróneo: un número finito de páginas, cuantificado en aproximadamente 200 páginas por los impulsores de la censura. Y se olvida de la médula del problema: el hecho evidente de que las copias seguirán existiendo, multiplicándose hasta el infinito, al igual que los enlaces.

El principal error reside en la errónea percepción del problema: la copia. Si cambiamos la perspectiva, se puede abordar la complejidad de otra forma más favorable para llegar a una solución de consenso.

Y es que el verdadero problema no es la copia. El verdadero problema es considerar la copia como la protagonista del derecho de autor, cuando el único protagonista, el protagonista absoluto, no puede ser otro que el propio autor.

La industria musical, cinematográfica, editorial y del videojuego gira en torno a un concepto erróneo: el de producto. Hay otra forma de enfocar el problema: entender que se trata de una industria de servicio. Servicio al autor y a su público.

Como he explicado anteriormente en varios artículos, el futuro de la industria pasa por poner en contacto al autor con su público, en el menor tiempo posible. En un mundo globalizado y digitalizado, la velocidad es primordial, y en consecuencia, toda la cadena económica debe basarse en la inmediatez. El editor que consigue ofrecer al público un modelo de acceso inmediato a las obras, aleja al público de cualquier canal alternativo. Si algo no puede permitirse la sociedad actual, es perder el tiempo.

 

Una profecía cumplida

Empecé esta conferencia hablando de Umberto Eco, y he de acabar hablando nuevamente de él. Porque frente a los bibliotecarios dogmáticos, esclavos del orden, todos y cada uno de nosotros somos un pequeño y caótico Adso de Melk: todos y cada uno de nosotros podemos evitar el incendio de la mayor Biblioteca creada por el espíritu humano.

Umberto Eco no lo sabía entonces, pero él profetizó la Biblioteca que hoy es Internet. En el año 1981 pronunció una conferencia en la Biblioteca Comunale de Milán, bajo el título “De Biblioteca”. Al final de la conferencia, Eco –sobre todo, eco de Borges- define lo que para él sería la Biblioteca ideal. Evidentemente, no podía imaginar los chats, los twitters ni los facebooks. Pero como en la vieja caverna, todo estaba ya contenido en la Idea: de la Rosa original sólo nos queda el nombre. La Biblioteca:

Si la biblioteca es, como lo quiere Borges, un modelo del universo, procuremos transformarla en un universo a medida del hombre, e insisto, a medida del hombre significa también alegre, aún con la posibilidad de tomarse un capuchino, y con la posibilidad de que dos estudiantes se sienten una tarde sobre el sofá, no digo para darse indecentes abrazos, sino para llevar a cabo parte de su coqueteo en la biblioteca, mientras toman o devuelven a los estantes algunos libros de interés científico; es decir, una biblioteca que despierte el deseo de visitarla y se transforme gradualmente en una gran máquina para el tiempo libre, como lo es el Museum of Modern Arts donde se puede ir al cine, pasear por el jardín, mirar las esculturas y consumir una comida completa. Sé que la Unesco está de acuerdo conmigo: “La biblioteca… debe ser de fácil acceso y sus puertas deben estar abiertas de par en par a todos los miembros de la comunidad, quienes podrán usar libremente de ella sin distingos de raza, color, nacionalidad, edad, sexo, religión, lengua, estado civil y nivel cultural”. Es una idea revolucionaria. Y la alusión al nivel cultural requiere también una acción de educación, de consejería y de preparación. Y finalmente el otro punto: “El edificio donde funciona la biblioteca pública debe ser central, fácilmente accesible aún a los inválidos y abierto en horarios cómodos para todos. El edificio y su amueblamiento deben ser de aspecto agradable, cómodos y acogedores; y es esencial que los lectores puedan acercarse directamente a los estantes”.

¿Lograremos transformar la utopía en realidad?

La utopía ya es realidad, y se llama Internet. Una inmensa Biblioteca abierta a todos, una gran máquina para el tiempo libre, un lugar donde convivir y aprender, accesible a los discapacitados. Un lugar que atesora todo el conocimiento humano.

Y un lugar que hoy está en peligro, amenazado por el peor de los dogmatismos jerárquicos: el que surge de la obediencia y la estupidez.

Todos y cada uno de nosotros podemos evitar este incendio.

 

Madrid, 3 de marzo de 2010.

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Estado de desecho

Política criminal y derecho de autor


John Gilmore imaginaba una Internet en el que los ciudadanos se protegían no mediante leyes, sino con física y matemáticas. Me encanta esa intuición, pero creo que está lastrada todavía con la idea de «protección». Vive todavía en el viejo modelo de la utopía de la Red sin conexión con el mundo real. La matemática y la física nos dan protección, pero también nos dan instrumentos de construcción. La nueva Atlántida ya no es una Red autorreferencial sin leyes pero sin contacto con el mundo exterior: es un mundo real en el que nuestras acciones políticas, sociales y culturales están potenciadas por una serie de herramientas y servicios en la red. Unas herramientas y servicios que, en buena parte, hace que no nos tengamos que preocupar por las leyes que los políticos quieran aprobar, pues habremos construido un mundo a nuestra medida.

— David Casacuberta, «The next generation«, publicado en Kriptópolis, 2-12-2002

 

1.- De lege ferenda, de lege delenda

Debo mi presencia en Tenerife a la amabilidad del Dr. Luis Fajardo, organizador de estas jornadas de reflexión sobre los retos sociales de las nuevas tecnologías. Cuando cursó su invitación, el profesor Fajardo me transmitió su propósito de que estas jornadas pudiesen resultar útiles para hacer llegar al legislador proposiciones de lege ferenda, propuestas de cambios legislativos…

Luis todavía ríe recordando mi respuesta: «¿Aprobar más leyes? Ni hablar: en todo caso derogarlas». No en vano compartimos trinchera en 2001, en aquellos tiempos ingenuos en que nos oponíamos al proyecto de Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico, ignorantes de toda la basura legislativa que se nos vendría encima después.

Sinceramente, creo que a estas alturas no sirve de nada hacer propuestas al legislador, salvo que dichas propuestas incluyan un plan de financiación para el correspondiente partido político. ¿Aprobar más leyes, cuando no se aplican las que ya existen? ¿Aprobar más leyes, mientras se mantiene en una situación de indigencia tercermundista a nuestra Administración de Justicia?

En fechas recientes el actual Gobierno remitió al Congreso de los Diputados un refrito del proyecto de reforma del Código Penal que ya fue remitido en la anterior legislatura. Un derecho penal de autor –o de autora, ya que en todas sus costuras se evidencia el estilo que imprime a sus patrones legislativos la Vicepresidenta Primera- en el que brilla con luz propia una ocurrencia piadosa, inspirada en el más rancio buenismo: la sustitución de la pena de prisión por multa, en los casos de Top Manta.

Los mismos políticos que en el año 2004 permitieron que entrase en vigor la dura reforma penal aprobada mediante Ley Orgánica 15/2003, los mismos que con su pasividad han permitido que cientos de inmigrantes se hacinen en nuestras cárceles por delitos de bagatela, han acabado impulsando una reforma del Código Penal para volver a la situación establecida en el Código Penal aprobado en 1995. Un año en el que precisamente nuestra ubicua Vicepresidenta era Secretaria de Estado de Justicia, y en consecuencia redactora del Código original: todo un homenaje al mito del eterno retorno, desde una longeva trayectoria política.

Y digo yo… puestos a desandar el camino, ¿por qué no desandarlo del todo? ¿Por qué no abolir íntegramente la reforma penal de 2003? El Código Penal de 1995, además de permitir que los manteros no fuesen a prisión, establecía que los delitos contra la propiedad intelectual no podían perseguirse de oficio, sino únicamente a instancia de parte. ¿Por qué no volver a tal solución?

Eso sería lo conveniente desde el punto de vista político. La solución más práctica, la ocurrencia más coherente con la actual miseria intelectual de nuestra clase política. Pero quizás habría otra solución, mucho más valiente desde el punto de vista ético, tan valiente que se antoja revolucionaria: despenalizar todos los delitos contra la propiedad intelectual, salvo el plagio.

Y ésa es mi propuesta.

 

2.- La hipertrofia del derecho de autor

Por si no fuera suficiente con el endurecimiento de penas experimentado por nuestro Código Penal, la pasada legislatura vivió dos reformas de la Ley de Propiedad Intelectual, en virtud de las leyes 19/2006, de 5 de junio, y 23/2006, de 7 de julio, mediante las que indisimuladamente se pretendían establecer mecanismos procesales y sustantivos para perseguir la mal llamada piratería de obras intelectuales a través de Internet.

Pese a lo que parecen creer nuestros políticos, la realidad es testaruda, y acostumbra a dejar en ridículo a aquellos que pretenden cambiarla mediante una simple modificación legislativa. Desde el año 2003, cuando se anunciaron en España las primeras denuncias contra aquellos que compartían archivos mediante redes P2P, la realidad no ha hecho sino consolidarse, en un divorcio absoluto entre situación de hecho y espejismo de derecho.

Miente quien afirma que el actual Gobierno no ha hecho nada contra el paro. Nada más falso: en el sector de servicios jurídicos ha generado muchísimo trabajo para los abogados. La nueva legislación ha permitido abordar extensos nichos de mercado, a la par que ha diversificado la oferta. Los despachos de abogados especializados en la represión de la «piratería» virtual han podido facturar horas y horas de larguísimos interrogatorios, dietas de desplazamientos y comidas, ingeniosos dictámenes, informes de detectives, peritajes inverosímiles… Y no sólo en el sector de la acusación: los estrados de la defensa también lucen como nunca, y hasta los más tristes advenedizos hemos pasado del humilde juicio de faltas o del sufrido desahucio a los dorados anaqueles de la jurisprudencia mercantil.

El sector público también se ha beneficiado de la fecunda laboriosidad legislativa. Se han generado sinergias con diversos estamentos oficiales, creándose nuevas plazas de funcionarios policiales y aduaneros. Esforzados funcionarios dedicados a tiempo completo a actividades tan curiosas como verificar, uno por uno, quién, cómo, y desde qué IP ha subido determinado archivo a Megaupload, o quién, cómo y cuándo ha importado consumibles informáticos desde el sureste asiático.

Nuestra Administración de Justicia es utilizada de forma abusiva, y hasta con mala fe, por los representantes legales de la industria del entretenimiento. Saturando los juzgados con reiteradas demandas frente a los webmasters de páginas de enlaces, no se busca otro objetivo que vencer por agotamiento psicológico de los demandados, obligados a tirar la toalla al no poder sufragar económicamente su defensa frente a demandantes que disparan con pólvora del rey.

Sometidos durante años a los rigores del proceso penal, los procesados no entienden el sutil sentido del humor de nuestras cámaras legislativas, ni los extraños matices de la independencia judicial, con diez interpretaciones distintas para la misma ley, según caiga el pleito en Madrid, en León, en Cartagena o en Vitoria.

Como tampoco entienden que puedan ser detenidos, o juzgados, por funcionarios premiados con medallas antipiratería por las empresas que ejercen la acusación. Hasta yo me pregunto una cosa: en las largas noches de Soto del Real, ¿de qué hablarían los manteros con el alcalde de Santa Coloma de Gramanet, en su día condecorado por la SGAE?

 

3.- Que «La Coalición» contrate mercenarios

Las modificaciones sufridas por la Ley de Propiedad Intelectual han otorgado a los titulares de derechos de autor mecanismos procesales muy poderosos, impensables para otros sectores económicos. Acciones de cesación y medidas cautelares urgentes, que permiten solicitar de los juzgados mercantiles una larga lista de medidas de suspensión, que incluyen el cierre cautelar de páginas web.

Las Cortes están debatiendo proyectos de Ley que modifican las Leyes de Competencia Desleal y Publicidad. Y la Asociación de Internautas ha denunciado recientemente que la futura Ley General de Comunicación Audiovisual se puede utilizar para implantar la censura audiovisual en Internet.

En suma, disponemos de una pléyade de leyes que permiten garantizar la máxima protección a la propiedad intelectual desde la órbita del derecho civil. En ese estado de cosas, teniendo en cuenta lo saturada que se encuentra nuestra jurisdicción penal, ¿es lógico, desde el punto de vista de la política criminal, mantener como delitos perseguibles de oficio las infracciones al derecho de autor?

Quiero recordar aquí una declaración muy inteligente de nuestra Ministra de Defensa, instando a los patrones de nuestra flota pesquera a contratar seguridad privada, desde la consideración que la pesca comercial es un negocio privado, cuya protección con cargo a nuestro presupuesto militar supone un gasto inasumible para el erario público.

Si el Estado español no puede asumir los gastos de protección que genera la piratería en el mundo real, mucho menos debe asumir los gastos que genera la persecución de la mal llamada piratería virtual. Así pues, y del mismo modo que se le dijo a los atuneros: que «La Coalición» contrate mercenarios.

Las unidades policiales especializadas en delincuencia informática dedican cada año miles de horas a la investigación de delitos contra la propiedad intelectual. Miles de horas que indudablemente sería mejor invertir en delitos informáticos mucho más dañinos, como la pornografía infantil, la estafa informática o el espionaje industrial. Sólo despenalizando el derecho de autor puede conseguirse tal objetivo.

No sería la primera vez que se despenaliza una conducta porque el Estado no puede asumir su persecución. Hace 20 años, el actual Defensor del Pueblo y entonces Ministro de Justicia, Enrique Múgica Herzog, impulsó una reforma penal con el declarado objetivo de dar carpetazo a infinidad de pequeños juicios que saturaban los antiguos Juzgados de Distrito. El ya derogado Código Penal de 1973 incluía un artículo 600 que tipificaba la falta de daños por imprudencia, una norma que era utilizada sistemáticamente por las compañías de seguro para ahorrarse gastos de tramitación de siniestros. Judicializando los accidentes de tráfico con resultado de daños materiales, se cargaba sobre las espaldas de la Administración de Justicia un problema estrictamente privado.

Tiempos heroicos: se llegaban a señalar cuarenta juicios al día, una situación insostenible. La única solución fue despenalizar, mediante la Ley Orgánica 3/1989, de 21 de junio, los casos de daños materiales por imprudencia leve, obligando a que las compañías de seguro instaurasen el sistema de tramitación amistosa.

Hoy como ayer. Un grupo de compañías multinacionales han conseguido que funcionarios policiales y judiciales asuman de oficio la persecución de las infracciones contra el derecho de autor. Y todo para ahorrarse los gastos que tendrían que invertir en abogados, detectives y peritos, de tratarse de simples infracciones civiles… ¿para qué gastárselos, si la policía y los jueces les hacen el trabajo gratis?

 

4.- Despenalicemos el derecho de autor

Durante muchos siglos, el temor de Dios fue el instrumento más útil para la defensa del poder establecido. La muerte de Dios, su desaparición de la esfera pública en el hemisferio occidental, hizo necesaria la creación de un nuevo mito: el Estado de Derecho. Un Estado de Derecho que no es sino la justificación a posteriori de un estado de hecho: la defensa a ultranza del status quo. Siempre hay que ofrecer algún mito a las masas para que sean obedientes y respeten al poder.

Como el cura ateo de «San Manuel Bueno, Mártir», los profesionales del derecho tenemos que transmitir una esperanza, aunque no creamos en ella. Día a día, cientos de jueces, fiscales y abogados hemos de levantarnos y mantener el tipo, porque sabemos que en el fondo, la ausencia de Estado es todavía peor que este falso mito al que seguimos denominando Estado de Derecho.

La desvergüenza de la clase política es absoluta, pero no nos engañemos, sería como enfadarnos con los títeres de un teatro de guiñol. El poder económico y el poder mediático los quieren así, manejables. Y quieren también una Administración de Justicia inerme y caótica, en un permanente estado de emergencia. Una justicia útil pero no demasiado, lo justo para tener controlada a esa masa acomodaticia que es necesario mantener en casa, consumiendo y sin protestar demasiado.

Antes de acabar, pondré un ejemplo reciente del desprecio y la arrogancia con la que nuestros políticos y la casta «cultural» tratan a nuestra judicatura. En el reciente FICOD, el pomposo Foro Internacional de Contenidos Digitales, se invitó a los políticos, a los empresarios de la industria del entretenimiento y a los profesionales afectos a la causa. No se invitó a las asociaciones de consumidores e internautas, no se invitó a los que, como Creative Commons, el Partido Pirata, Exgae o la Fundación Copyleft, proponen modelos alternativos de propiedad intelectual. Pero lo más grave es que no se invitó ni a un solo juez, en un desprecio absoluto por el tercer poder del Estado.

Una gente así no se merece que los jueces trabajen para ellos. La cárcel, ni para manteros, ni para «piratas»: exceptuando a los plagiarios que se atribuyan indebidamente la autoría de una obra, nadie más debe entrar en prisión en virtud del falso tótem de la propiedad intelectual.

Porque más allá de la conveniencia política, e incluso más allá de los imperativos de justicia, se trata de una exigencia histórica. Por la libertad, y también por la creación, despenalicemos el derecho de autor.

 

La Laguna, 27 de noviembre de 2009.

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Mapa jurídico de un conflicto: propiedad intelectual y derecho a la cultura

IV Curso de Derechos Sociales, «Defender y repensar los derechos sociales en tiempos de crisis», Centro Cívico Pati Llimona, Barcelona, 8 de junio de 2009.

 

“-Nosotros, Winston, controlamos la vida en todos sus niveles. Te figuras que existe algo llamado la naturaleza humana, que se irritará por lo que hacemos y se volverá contra nosotros. Pero no olvides que nosotros creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables. O quizás hayas vuelto a tu antigua idea de que los proletarios o los esclavos se levantarán contra nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea. Están indefensos, como animales. La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes.”

George Orwell, “Mil Novecientos Ochenta y Cuatro”

 

La válvula de escape de los mileuristas

Así calificaba las descargas gratuitas en Internet el periodista Ramón Muñoz, en un artículo titulado “Adiós clase media, adiós”. El mismo periodista es autor de una larga serie de artículos publicados en El País sobre el acoso policial, político y mediático al fenómeno del P2P, desde una óptica casi tan reaccionaria como la del grupo de empresas de comunicación al que pertenece.

Válvula de escape de mileuristas: panem et circenses digital. Ya en 1998 Juan Luis Cebrián, factótum de la empresa editora de El País, despotricaba en su libro “La Red” contra la Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow:

“En realidad Barlow no ha inventado nada nuevo con su actitud. En la mayoría de los países comunistas los derechos de autor no eran reconocidos, o se hacía bajo condiciones especiales, y esa idea comunitaria de los bienes intelectuales es algo que ha acompañado permanente y polémicamente a la historia del mundo. Podemos compartir, por lo demás, la sugerencia de que la información más que intercambio es participación, pero eso no quiere decir que no deban respetarse las normas. Los principios básicos de la defensa de los derechos de autor, encomendados a las diversas sociedades que existen encargadas de representarlos, no cambian en la práctica por el hecho de que la obra se vea reproducida en la red en vez de en soporte de papel”.

Juan Luis Cebrián no entendía nada en 1998, y sigue sin entender nada en 2009. Y no sé qué es más triste: que siga siendo el factótum del conglomerado mediático del que es buque insignia El País, o que esté sentado en la Real Academia Española.

Como todas las revoluciones que han triunfado, la revolución de Internet es una revolución pequeño-burguesa. Una revolución en zapatillas de andar por casa, sustentada por esos millones y millones de personas “conformistas”. Una “masa social amorfa y resignada”, que acepta la caída del estado del bienestar con resignación, sin grandes algaradas, sin rebelarse, en palabras del periodista Ramón Muñoz.

¿Sin rebelarse? ¿Seguro? ¿Y eso lo dicen precisamente desde el grupo mediático que más dolorosamente ha tenido que encajar los efectos de la revolución cultural que ha supuesto Internet?

Definitivamente, no entienden nada.

¿Mapa jurídico o mapa político?

El título de esta conferencia puede inducir a error. Pese a que existe un debate jurídico sobre el conflicto entre derechos de autor y derecho a la cultura, el debate es eminentemente político.

Y es político porque no estamos discutiendo sobre la ley con minúsculas, sino sobre Derechos Fundamentales con Mayúsculas.

Cuando los lobbies de la propiedad intelectual han llegado al extremo de conseguir que el poder político legisle limitando la libertad de expresión y el derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones en Internet, el debate es político.

Pero es cierto que los abogados tienen mucho que decir. Sobre todo porque comen de esto: los abogados de las multinacionales del entretenimiento son responsables directos del endurecimiento de las leyes en contra de los ciudadanos. Endurecimiento de leyes que no ha hecho sino incrementar el volumen de casos de persecución de la mal llamada “piratería”, y por consiguiente sus honorarios.

No en vano Tomás Moro excluyó de su Utopía a los abogados, “esos picapleitos de profesión, que llevan con habilidad las causas e interpretan sutilmente las leyes.” En contra de nuestros propios intereses, algunos viejos utópicos reivindicamos una Internet sin abogados: el mayor triunfo de la cultura libre consistiría precisamente en dejarnos sin trabajo.

Con lo fácil que sería hacerse rico, defendiendo el status quo. No aprenderemos nunca.

Excurso pedigüeño: carta abierta al Ministerio de Cultura

De: Carlos Sánchez Almeida, [csalmeida@xxxxxxxxxxxxx.com]

Para: Angeles González-Sinde Reig, [ministra@mcu.es]

Cc: Ignasi Guardans Cambó, [icaa@mcu.es], Comité de Expertos de Ayudas a la Producción [losquerepartenlapasta@mcu.es]

Asunto: Quiero un millón de euros para El Cosmonauta

Muy apreciados/as Ministra, Director del ICAA y Comité de Expertos:

En virtud del artículo 29 de la Constitución y de la Ley Orgánica 4/2001, marco regulatorio del derecho de petición, les dirijo la presente para que suelten pasta.

Muy resumidamente, que para el resto ya tienen asesores de sobra: quiero un millón de euros para elcosmonauta.es

Como les gusta la literatura jurídico-festiva, empezaré por los fundamentos de derecho, a saber. El Comité de Expertos que suelta la pasta fue nombrado en virtud de la Orden del Ministerio de Cultura 4028/2007, de 28 de diciembre (inocentes…). Por Resolución de 11 de diciembre de 2008, del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, se efectuó la convocatoria de ayudas sobre proyecto para la realización de largometrajes que incorporen nuevos realizadores, para la realización de obras experimentales de decidido contenido artístico y cultural, de documentales y pilotos de series de animación, al amparo de lo dispuesto en el artículo 11 del Real Decreto 526/2002, de 14 de junio. Para dichas ayudas se reservó la cantidad de 10.000.000 euros, imputables al crédito disponible en la aplicación presupuestaria 24.101.470, Fondo de Protección a la Cinematografía, del programa 335C, Cinematografía, del presupuesto de gastos del Organismo para el año 2009. Dichas ayudas resultaron ampliadas en 5.000.000 de euros por Resolución de 13 de mayo de 2009 (Virgen de Fátima, ruega por nosotros).

O sea, que disponen Vds. de 15 millones de euros para financiar, entre otros, “proyectos experimentales o de eminente contenido artístico y cultural que se consideren de difícil financiación.” Justo lo que elcosmonauta.es estaba buscando, oigan.

Ahora vamos a los motivos de hecho. “Hay motivo”, y mucho: El Cosmonauta es un proyecto español de película de ciencia ficción producida por muchas personas, de forma abierta y participativa, con licencia Creative Commons para que su público pueda editarla, citarla, remezclarla y copiarla como quiera. Es decir, todo cuanto se invierta en la película revertirá en la comunidad.

Si el guión es bueno o no, que lo diga la Ministra, que de eso entiende. Ahí va la sinopsis:

¿Y si volvieses a casa… y ya no hubiese nadie? En 1975, el primer cosmonauta ruso en la Luna no consigue regresar, y se le da por perdido en el espacio. Él, sin embargo, a través de fantasmales mensajes de radio, clama haber vuelto a la Tierra y haberla encontrado vacía, sin un alma. Su irreal presencia y su voz irán destruyendo poco a poco el mundo de sus seres queridos.”

Por un momento he imaginado que el cosmonauta era yo, enviando fantasmales mensajes de correo electrónico a un Ministerio de Cultura vacío, sin un alma. Sáquenme de mi error, por favor. Demuéstrenme que están vivos, demuéstrenme que todavía creen en el milagro del cine. El milagro de un cine sin copyright.

Un millón de euros, Sr. Guardans. Para convencernos de que todavía cree en los derechos fundamentales. Para convencernos de que el numerito que montó para no descalzarse en el arco de seguridad del aeropuerto del Prat estuvo motivado por su fe en la libertad, y no por los tomates de sus calcetines.

Les aseguro que será la mejor inversión que han hecho en su vida.

Cordialmente suyo.

El error fundacional: en el mundo del copyright, todo gira alrededor de la copia

Si estudiamos el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias o Artísticas, o la Ley de Propiedad Intelectual, observaremos que todo gira alrededor del concepto de copia: distribución, reproducción, comunicación pública…

A medida que las multinacionales del entretenimiento han ido moldeando la ley a su antojo, la han hecho girar cada vez más sobre su modelo de negocio: la venta de copias de obras empaquetadas.

Se trata de un derecho pensado para un mundo en el que la realización de copias se basaba en la exclusiva tecnológica. Pero el mundo ha cambiado, y ahora cualquier ciudadano puede realizar una copia perfecta.

El modelo de negocio ha de cambiar, y el derecho también.

Observemos qué dice el artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.

La Carta Magna Universal establece dos derechos en perfecto equilibrio: derecho a tomar parte libremente en la vida cultural, y derecho a la protección del derecho de autor, en su doble vertiente: moral y material.

La Declaración Universal de Derechos Humanos no habla en ningún sitio del derecho a cobrar por copias, ni de la prohibición de hacerlas. De lo que habla es del derecho de los creadores a la protección de sus intereses morales y materiales. Si se encuentra un marco jurídico que compatibilice esos intereses con el derecho de toda persona a la libertad en el terreno cultural, lo que establece la Declaración Universal se cumple.

El problema, en consecuencia, no está en el marco general, sino en la formulación concreta del derecho de autor en el Convenio de Berna y en las legislaciones nacionales. Un cuerpo jurídico que ha sido construido a la medida de las empresas que se han apropiado del trabajo de los artistas.

El problema no es de los artistas ni de su público, sino de esas empresas. De su capacidad para adaptarse o desaparecer.

La propiedad intelectual como arma de dominación cultural

El copyright no es una institución jurídica inocua. Está al servicio de un determinado modelo de sociedad, y de un determinado modelo de relaciones políticas y económicas. Responde a las necesidades de adoctrinamiento de masas de un sistema jerárquico, en el que el ascenso social en el ámbito de la política cultural se produce mediante cooptación.

Observemos, a título de ejemplo, el esquema de funcionamiento de las dos principales entidades españolas de gestión de derechos de autor: SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), y EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales). Los derechos de explotación de las obras, en última instancia, no están controlados directamente por los autores, sino que se ponen en manos de editores musicales y cinematográficos, en virtud de los contratos de cesión y gestión de derechos que los artistas se ven obligados a suscribir.

Se nos dirá que nadie obliga al artista a firmar nada. En la palabrería fatua de los leguleyos, “se trata de relaciones mercantiles surgidas de la autonomía de la voluntad, en el marco de la libertad de contratación que impera en nuestro sistema jurídico”. No es cierto: en el mundo analógico, se trata del único medio que tiene el artista para conseguir publicar su obra, en virtud de la dictadura económica impuesta por los intermediarios culturales.

La explotación del derecho de autor, lejos de responder a su teórico objetivo, el sustento de los creadores, se ha utilizado como elemento de dominación, como arma al servicio de la casta cultural más acomodaticia con el sistema establecido. En el caso de Estados Unidos, representa un valor estratégico, tanto por su importancia en el Producto Interior Bruto, como por su capacidad de influencia cultural: la exportación de películas americanas es la mejor forma de exportar una determinada visión del mundo.

Frente al sistema jerárquico imperante, el P2P se presenta como un sistema revolucionario de acceso al conocimiento. Un sistema en red, opuesto al esquema piramidal, que al tiempo que elimina el valor económico de la copia, ataca la médula del sistema de dominación: su capacidad de fascinación y adoctrinamiento de masas.

La propiedad intelectual como proceso de acumulación de capital

La primera gran falacia está en su nombre, un verdadero oxímoron: propiedad intelectual, apropiación del conocimiento. En la Declaración Universal de Derechos Humanos no se habla de propiedad intelectual, y ello porque el derecho de propiedad no está regulado en el artículo 27, antes citado, sino en el artículo 17. Derecho de autor y derecho de propiedad son dos cosas distintas, aunque se utilice equívocamente el término propiedad para designar una cosa que no lo es.

Y no lo es porque el derecho de autor no está llamado a durar de forma permanente, como las restantes propiedades. El derecho de autor –al igual que el animal inteligente capaz de crear obras de arte- está llamado a morir desde que nace. Una vez cumplida su función, que no es otra que asegurar el sustento del artista, el derecho de autor prescribe, para convertirse en algo mucho más importante: en patrimonio cultural de la Humanidad.

Entraremos ahora en el origen de todos los actuales conflictos: la expoliación de la cultura. Toda la política de las multinacionales del entretenimiento ha ido dirigida en las últimas décadas a un solo objetivo: a expoliar a la Humanidad de su patrimonio cultural. En la medida que se amplía el campo de actuación del derecho de autor, en su campo espacial (lo que abarca) como en su campo temporal (lo que dura) se está expoliando la cultura del patrimonio público.

Mediante una larga y extenuante campaña mediática, los lobbies del entretenimiento han convencido paulatinamente a gobiernos y organizaciones internacionales de la necesidad de expandir el derecho de autor y aumentar su duración temporal. Como consecuencia de ello, se ha reducido paulatinamente el campo de actuación de las excepciones a los derechos de explotación (copia privada, cita, parodia…), al tiempo que se alarga infinitamente el plazo de prescripción de los derechos de autor. De resultas de ello, el dominio público cultural cada vez es más reducido.

Pero de la misma manera que expolia la cultura del público, los especuladores también expolian a los artistas, cuyos contratos de cesión de derechos han sido endurecidos progresivamente, hasta el punto de contemplar no sólo la cesión absoluta de los derechos de explotación, sino de una amplia gama de derechos, como los derivados de la explotación de la imagen del artista e incluso porcentajes sobre sus actuaciones y apariciones públicas.

Si el derecho moral de autor no fuese irrenunciable e inalienable, también se comerciaría con él.

La rentabilidad económica de la represión

En un tiempo muy lejano, tan lejano que se antoja legendario, quizás la lucha antipiratería formaba parte del negocio principal: la explotación de las obras culturales. Pero desde hace mucho, mucho tiempo, la lucha antipiratería es un negocio autónomo, que sólo responde a una lógica: aumentar sus propios beneficios, con independencia de si ello beneficia o no a los artistas.

Si en algo han destacado las entidades de gestión de derechos de autor y las patronales del entretenimiento ha sido en sus magníficas dotes de organización del aparato represivo. Tomando como rehenes a los propios artistas, a los que se ha utilizado de escudos humanos, los estrategas de la industria han edificado poderosas maquinarias de combate jurídico.

Primer paso: criminalizar todo lo posible –legal o mediáticamente- cualquier actividad del público distinta a comprar lo que la industria vende. Segundo paso: crear una inmensa estructura económica que gire alrededor de los abogados, peritos y policías encargados de perseguir a los infractores. Tercer paso: poner en marcha la máquina de demandar.

El objetivo: crear una inmensa ficción jurídica en los juzgados, muy rentable para peritos y abogados, pero que le sale muy cara en recursos materiales y humanos a nuestra, ya de por sí castigada, venerable y vetusta Administración de Justicia.

En la construcción de la mentira participan instituciones públicas que deberían estar al servicio de los ciudadanos, y no de las empresas, como el denostado Ministerio de Cultura. Un Ministerio de Cultura capaz de publicar una vergonzosa guía de “Buenas prácticas contra la persecución de delitos contra la propiedad intelectual”, en la que aparece una fantasmal lista de peritos antipiratería:

En este campo, la Subdirección General de Propiedad Intelectual del Ministerio de Cultura puede facilitar, a petición del interesado, una Lista de Peritos expertos en el sector audiovisual elaborada con las propuestas que en este sentido se reciban en la Comisión permanente de la Comisión Intersectorial para actuar contra las actividades vulneradoras de los derechos de propiedad intelectual. Igualmente, las entidades de gestión y las asociaciones de defensa de los derechos de propiedad intelectual pueden facilitar estos expertos, en su ámbito de actuación. Dicha Lista se confecciona mediante la integración en ella de nombres de peritos facilitados por las entidades privadas que habitualmente asisten a las reuniones de la Comisión permanente de la Comisión Intersectorial para actuar contra las actividades vulneradoras de los derechos de propiedad intelectual. Las personas o entidades que figuran en ella no han sido nombradas peritos por la citada Comisión Intersectorial, ni se han acreditado ante la misma en virtud de procedimiento reglado alguno. Se trata, por tanto, de una relación de carácter meramente instrumental, a título informativo, cuya finalidad es coadyuvar a la Administración de Justicia y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en el desempeño de sus funciones, poniendo a su disposición una información que les puede ser útil.

Han leído bien. La “lista de peritos del Ministerio de Cultura” que se hace correr hábilmente por los juzgados, juega con el equívoco de su nombre, e incluso utiliza de forma espuria el prestigio del Ministerio de Cultura, para inspirar confianza en los jueces. Pero en realidad se trata de profesionales pagados por las empresas integradas en la gran coalición antipiratería. Es decir, no son peritos independientes, sino peritos de parte interesada.

Los abogados no engañamos a nadie, se nos ve venir. Defendemos a la parte que nos paga, no hay equívoco alguno. Pero los peritos y los policías sí deberían ser absolutamente independientes, y no prestarse a operaciones de mercadotecnia y propaganda.

El problema de construir un monstruo es que hay que darle de comer.

Justicia penal, justicia mercantil y justicia administrativa

Recapitulemos. Vamos a ordenar los soldaditos de plomo sobre el mapa jurídico del conflicto. A un lado, el territorio del derecho a una cultura libre, del patrimonio cultural de la Humanidad, cada vez más menguado, en el espacio y en el tiempo. Al otro, el terreno conquistado por las multinacionales especializadas en la apropiación del conocimiento.

En primera línea de batalla: abogados, peritos y policías de parte. Como escudos humanos, los artistas. Enfrente: la carne de cañón de los webmasters y las pequeñas y medianas empresas informáticas. Inmediatamente detrás, los usuarios.

Y al margen de todos, vendiendo las armas, enterrando a los muertos, recogiendo los beneficios de la carnicería, cobrando por todo gane quien gane: las patronales del gran negocio emergente. Las operadoras de telecomunicaciones.

Escenarios posibles en el teatro de operaciones: la vía penal, la vía civil y la vía administrativa.

Criminalizar a aquellos que copian y comparten, o a aquellos que enlazan a los contenidos que se copian y comparten, fue la primera gran tentación de la industria. Intimidar con cárcel es algo que siempre gusta a los abogados primerizos. El problema del derecho penal es que hay que usarlo como un bisturí: en determinados casos, puede resultar tan poco eficaz como un hacha de combate en una operación a corazón abierto.

Pero era necesario mantener engrasada la maquinaria represiva. Había que tener contentos a los policías encargados del trabajo más sucio, el que consiste en esposar y tomar huellas dactilares. Había que conseguirles fotos con ministros y artistas, ascensos, viajes, conferencias y congresos con todos los gastos pagados, medallas de hojalata. Y el premio gordo, el que nunca se llevarán los números que hacen todo el trabajo duro, el que está reservado al superintendente: el retiro dorado como encargado de seguridad de una poderosa multinacional.

El daño que han hecho este tipo de prácticas a la imagen de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado es incalculable. Recuperar el prestigio derrochado costará muchos años, y muchas operaciones contra los delitos informáticos verdaderamente serios. Pero se conseguirá.

Lo que no se conseguirá nunca es reintegrar a la sociedad a los estrategas de la represión: son de los que mueren matando. Cuando los juzgados penales les cierran las puertas, inundan de demandas los juzgados mercantiles. Y cuando los juzgados mercantiles protestan por el exceso de trabajo inútil, recurren a las autoridades administrativas para que envíen las brigadas de limpieza.

Pero lo dicho, lo de menos es vender discos o películas. Lo importante es dar trabajo a los abogados y peritos, mantener activo el verdadero negocio.

Un negocio que se ha convertido en un agujero negro.

Una revolución silenciosa

Empezaba esta conferencia hablando de cómo trata determinada prensa el fenómeno del P2P, “la válvula de escape de los mileuristas”. Es una verdadera lástima que Cebrián haya dejado de leer a Ortega, porque en pocos sitios como en la actual Internet española puede apreciarse en su verdadera dimensión lo que ha representado la rebelión de las masas.

Debajo de los adoquines estaba la playa: el sueño dorado de los mileuristas no es asaltar el Palacio de Invierno, sino el Todo Incluido de la Riviera Maya. ¿Se atreve alguien a reprochárselo, cuando el sistema político-mediático se ha pasado veinte años construyendo ese falso sueño?

A raíz de la concentración de internautas que tuvo lugar el día 24 de mayo en la Plaza del Rey de Madrid, los voceros de la represión pretendían ridiculizar las cifras de asistentes. La festividad del Primero de Mayo y los fastos políticos de las elecciones europeas han permitido ver el problema en su verdadera dimensión: los mítines estaban semivacíos, puesto que la política sólo interesa a los incondicionales y a los que viven de ella. En ese marco general, no es baladí conseguir llenar una plaza con cientos de internautas preocupados por sus derechos.

Veinte años de la caída del mundo de Berlín, objetivo cumplido: las clases populares se han vuelto acomodaticias y obedientes. Toda la Galia está ocupada, y en Alesia reina Sarkozyx. La historia ha terminado, circulen, aquí no hay nada que ver.

Y sin embargo, algo se mueve. Lentamente, poco a poco, como la conciencia dormida que se despierta tras un largo letargo.

Millones y millones de personas están poniendo en cuestión, a diario, de forma absolutamente pacífica, todo un sistema de dominación. Sin alzar la voz, sin levantar barricadas, pero sin detenerse un momento.

Dejar de llamarlo derecho de autor fue un inmenso error. Cuando los defensores del castillo lo llamaron Propiedad, pusieron en marcha una bomba de relojería temporal.

Las armas se fabrican rápido, pero construir herramientas es un trabajo lento y paciente. Y estamos construyendo las herramientas de una nueva sociedad. Una sociedad que quizás está dormida, embrutecida, quizás aún es infantil. Pero una sociedad que puede madurar de golpe, si algún aprendiz de brujo cierra antes de tiempo la válvula de escape.

Intenten aplastarla, y esta sociedad se levantará.

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Internet y cultura libre: manual de uso (o cómo acabar de una vez por todas con el P2P)

Club Diario de Mallorca, Palma, 8 de mayo de 2009

 

-Pero no fue un terremoto lo que acabó con el Roxy –argumentó el director.

-Lo sé –dijo el escritor-. Fueron tus aburridas películas.

El fantasma del Cine Roxy”, Juan Marsé.

 

  1. Voz en off. Fondo negro.

Disculpen, esto tenía que ser una conferencia, y de hecho tengo que agradecer al Club Diario de Mallorca la gentileza de invitarme, y a Ricardo Galli las amables palabras con las que me ha presentado.   Por ello lamento doblemente que recientes acontecimientos me impidan estar a la altura de las circunstancias, y que lo que tenía que ser una conferencia se tenga que convertir en un mal guión cinematográfico.   Un guión que ya desde el título no es sino una mala copia, y encima subvencionada, como casi todo el cine español.

Los organizadores me encargaron que hablase del fenómeno del P2P, y la verdad es que no sabía qué contarles que no se hubiese dicho ya.  Pero la perspectiva de viajar en primavera a Mallorca no era en absoluto desdeñable, así que decidí metamorfosearme en “creador original”, haciendo lo que hacen todos los creadores originales: tirar de Google.

Dios: sólo en español aparecían 2.330.000 páginas hablando del P2P.  La primera de ellas, como no podía ser de otra forma, se trataba del correspondiente artículo de la Wikipedia:

A grandes rasgos, una red informática entre iguales (en inglés, peer-to-peer -que se traduciría de par a par- o de punto a punto, y más conocida como P2P) se refiere a una red que no tiene clientes ni servidores fijos, sino una serie de nodos que se comportan simultáneamente como clientes y como servidores respecto de los demás nodos de la red.

Del cero al infinito, todo estaba en la Red, y yo tenía que ser original.   Me río yo del terror de la página en blanco: a mí lo que de verdad me da miedo es que todo el mundo sepa más que yo.  Y en materia de P2P, hasta el último internauta tiene una opinión.  Qué digo el último internauta: si hasta tienen una opinión los que no han navegado en su vida por Internet.

Creo recordar que se lo oí por primera vez a Orson Welles en una vieja película: el abogado que se defiende a sí mismo tiene un cretino por cliente. Y como tal letrado, soy una nulidad buscando coartadas para mí mismo.  No sabía encontrar ningún subterfugio para evitar la conferencia y con ello mi presente ridículo, cuando acudió en mi auxilio –cruel ironía- un absoluto iletrado digital: nuestro actual Presidente del Gobierno, Don José Luis Rodríguez Zapatero.

Miren por dónde, una feliz crisis de gobierno me otorgó la inspiración que me faltaba.  Y aquí me veo, escribiendo esta conferencia transmutada en guión cinematográfico, sabiendo que pase lo que pase, lo haga bien o mal, no me quedaré sin ensaimadas.  Ni sin subvención.

  1. Interior.  Comisaría de policía, luz artificial.

Primer plano: manos esposadas tras la espalda, palmas blancas, sujeto de piel oscura.   Aparecen en escena otras manos, con uniforme azul, con llave, que abren las esposas, sujetando las manos del detenido para proceder a estampar la huella dactilar de los diez dedos en un formulario policial.

Encadena a primer plano de sujeto de color, fotografía de frente y de perfil.

Corte, traveling, comisaría, plano general: cajas y cajas llenas de dvd piratas.  Zoom a torre de ordenador con grabadora múltiple.  Fundido a negro.

El 1 de octubre de 2004 entró en vigor la reforma penal operada por la Ley Orgánica 15/2003, en virtud de la cual se endurecieron las penas y pasaron a perseguirse de oficio los delitos contra la propiedad intelectual.  La expresada ley se había aprobado en la legislatura 2000-2004, con mayoría del Partido Popular, pero su entrada en vigor se produjo bajo el gobierno del Partido Socialista.

Desde la oposición, la actual vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, había presentado una enmienda a la totalidad pidiendo la devolución del proyecto de ley.  Sin embargo, una vez en el gobierno, no movió un dedo para evitar la entrada en vigor de la nueva norma.  La reforma fue recibida con alegría por los defensores a ultranza de la propiedad intelectual, como la SGAE, cuyo representante Pedro Farré  insistía en que la modificación fundamental del Código Penal era “la perseguibilidad de oficio, lo que abría la posibilidad de investigarlo allí donde se produzca, ya sea off u on line”.

Cinco años después, y como consecuencia del endurecimiento de penas, al menos 63 vendedores de top manta permanecían recluidos en las cárceles españolas.  Aquellos que habían permitido, e incluso aplaudido, la entrada en vigor de la reforma penal, ahora se rasgaban las vestiduras ante las consecuencias del endurecimiento de las leyes.

Como colofón a una campaña ciudadana interesando la despenalización del top manta, el diputado Joan Herrera presentó recientemente una oportunista proposición de ley en el Congreso “contra la criminalización e ingreso en prisión de personas que venden CDs y DVDs”, en la que se propone que no se persiga penalmente “a quien, sin estar integrado en una organización, reproduzca o distribuya a pequeña escala obras intelectuales”.

Todo un viaje de ida y vuelta. Acostumbrados a engordar y adelgazar por exigencias del guión, algunos artistas quizás pensaron que se podía hacer lo mismo con el Código Penal. Las consecuencias, como en las dietas milagro, son estremecedores colgajos de piel humana: en el caso del top manta, encerrados en prisión.

Sería cómico si no fuese tan trágico.

  1. Exterior, Carretera Nacional 521, término municipal de Valencia de Alcántara (Cáceres), día extremadamente luminoso.

Zoom inverso. Cartel anunciando venta de equipo completo de proyección cinematográfica.  Se va abriendo plano: calle Hernán Cortés, 28.  Real Cinema, antiguo cine abandonado, carteles de “Se vende” y “Se alquila”.

Parece que va en serio.  Se empezó a hablar del tema en el año 2006, y si Jaume Roures no se ha tirado un farol, la próxima temporada de la liga de fútbol podrá visionarse en salas cinematográficas.  Desgraciadamente, tan curiosa innovación llegará muy tarde para la mayor parte de los locales en los que aprendimos a ver cine.

Si la idea triunfase, se cerraría el círculo de otro viaje de ida y vuelta: el de mi generación, que ha ido recluyéndose progresivamente en la caverna doméstica, huyendo de la calle en la que lo aprendíamos todo.  Cines de barrio y fútbol callejero, reliquias de otro tiempo que llenaba nuestras vidas antes de ser domesticados mediante un combinado extremadamente eficaz: fútbol televisivo y películas en VHS, preludio de la televisión de pago que acabaría por encadenarnos al sofá.

Cines de estreno, y de reestreno con programa doble, era la forma habitual de consumir cine a finales de los 70, antes de que llegasen a nuestras casas los magnetoscopios que lo cambiaron todo. Videoclubs, DVD y televisión digital hicieron el resto.  Tras la llegada de Internet y la banda ancha, el P2P y el streaming fueron la puntilla definitiva para nuestras salas de cine.

El Dr. Repronto explicaría mucho mejor que yo el proceso mediante el cual se transformó la calle, dejando de ser un lugar de reunión y de ejercicio de derechos cívicos, para convertirse en un simple lugar de paso.  Lo curioso es que lo que no consiguió la desmovilización de la sociedad civil perpetrada por sindicatos y partidos políticos, lo que no consiguieron las guerras por los derechos televisivos, lo que no ha conseguido ni el paro ni la crisis económica, quizás acabe por conseguirlo el P2P, a fuerza de indigestión: que la gente apague la pequeña pantalla y salga a la calle, aunque sea para ver fútbol.

Pregúntenle a un forofo.  Tanto si es de pago como si es gratis: ni parabólicas, ni tdt, ni tvmix ni rojadirecta.  A la larga, sean tus padres, tu cónyuge o tus hijos, siempre te acaban echando de casa: no hay nada como ver el fútbol con los amigos.

Quizás la industria del cine tenga algo que aprender de esta lección.

  1. Interior, plano fijo: la cámara enfoca una televisión antigua.

Nieve, parpadeo de la imagen. Cambio a carta de ajuste en blanco y negro. Voz en off.

La industria está indignada con el poder. Décadas contribuyendo a domesticar al pueblo, aborregándolo con “cultura” popular, consiguiendo que se metan en casa y no molesten, y ahora el poder se lo paga así.  Mientras consumían en silencio y siguiesen pagando, no importaba.  Pero ahora los muy sinvergüenzas consumen y no pagan.  Métalos en la cárcel, señora Guionista.

¿Y qué quieren?  Durante más de treinta años, se les fue acostumbrando progresivamente a llevarse el entretenimiento a casa.   Varias generaciones han sido formadas bajo el mismo paradigma: todo el ocio se concentra en una pequeña pantalla.  Cuando esa pantalla ha servido para traerlo todo a casa, y encima gratis… ¿cómo hacemos retroceder la moviola hacia atrás?

Sentaremos aquí el Axioma de Almeida: de ninguna manera.  Nunca se volverá a pagar por simples copias, nunca jamás.  En un mundo de clones, lo único por lo que la gente está dispuesta a pagar es por lo auténtico.

Atención, triple pregunta de los supertacañones: ¿cómo tiene Vd. tan poca vergüenza, quién le ha dado a Vd. el carnet de filósofo, cómo se atreve Vd. a sentar axiomas?

Respuesta: el carnet para expedir axiomas me lo dieron en la misma facultad en la que Vds. aprendieron lo de “Si eres legal, eres legal”.  La Wikipedia:

Un axioma, en epistemología, es una «verdad evidente» que no requiere demostración, pues se justifica a sí misma, y sobre la cual se construye el resto de conocimientos por medio de la deducción; aunque, no todos los epistemólogos están de acuerdo con esta definición «clásica». El axioma gira siempre sobre sí mismo, mientras los postulados y conclusiones posteriores se deducen de este.

El que avisa no es traidor: ya en el año 2003 esbocé una demostración del axioma.  Nada del otro jueves, en cualquier caso.  La prueba empírica la conoce cualquier webmaster, y se la oí hace muchos años al responsable de Kriptópolis: cobrarle a un internauta es más difícil que invertir la fuerza de la gravedad.

Tres generaciones a la vez (la mía, la de mis padres, y la de mis hijos) hemos aprendido juntos a consumir películas gratis.  En muchos casos, los nietos enseñan a los abuelos.  A la larga los abuelos saben mejor cómo funcionan los Torrents que los propios padres.

Esta historia nunca volverá hacia atrás. La sociedad conectada quizás pague por servicios, pero no por simples copias.

En Barcelona, la gente se guarda su dinero para ir al Teatro Goya a ver a Concha Velasco, para ir a la Sala Luz de Gas a escuchar a Mayte Martín, o para ir a la Monumental a ver torear a José Tomás.

Pero nunca jamás volverán a pagar por copias.

  1. Exterior, Paseo del Prado, 36, Madrid, explanada frente a Caixaforum, día luminoso.

Plano cerrado sobre réplica de estatua El Pensador.  Se abre plano lateral, diálogo entre estatua y abogado

Pensador: ¿De qué comerán los artistas si no pueden cobrar por copias?

Abogado: Ay, siempre estáis con lo mismo: cómo se nota que eres una simple réplica.

Pensador: Yo no tengo la culpa de que Rodin inventase la escultura “alimentaria”.

Abogado: Y los que paseamos por aquí tampoco tenemos la culpa.  ¿No pretenderás encima que paguemos por verte?  ¿Olvidas acaso la excepción establecida en el artículo 35 de la Ley de Propiedad Intelectual?

Pensador: ¿Qué excepción, listillo?

Abogado: “Las obras situadas permanentemente en parques, calles, plazas u otras vías públicas pueden ser reproducidas, distribuidas y comunicadas libremente por medio de pinturas, dibujos, fotografías y procedimientos audiovisuales.”  Ya que no tenemos más remedio que verte, al menos que sea gratis.

Pensador: Tú cuéntale lo de la excepción al Toro de Osborne, y a los que empapelaron por copiarlo, picapleitos.

Abogado: Los de tu gremio siempre insultando.

Pensador: Es que los leguleyos que os llenáis la boca de “cultura libre” no sabéis tanto Derecho como queréis aparentar.

Abogado: Ya salió el siete sabios.  ¿A ver, broncíneo, y tú donde estudiaste?

Pensador: En la escuela de la calle. Sentado aquí se aprenden muchas cosas, muchas más que en las bibliotecas.

Abogado: Pues de leyes entiendes muy poco.

Pensador: Más que tú. Ni tú ni tus colegas le habéis sabido sacar partido, por ejemplo, al artículo 88 de la Ley de Propiedad Intelectual.

Abogado: Me lo sé de memoria: “Sin perjuicio de los derechos que corresponden a los autores, por el contrato de producción de la obra audiovisual se presumirán cedidos en exclusiva al productor, con las limitaciones establecidas en este Título, los derechos de reproducción, distribución y comunicación pública, así como los de doblaje o subtitulado de la obra.”  Pero yo no soy productor así que…

Pensador: Ah, ¿no? Vamos a ver, ¿no eres abogado?

Abogado: Sí, no productor.

Pensador: La verdad es que pareces un decorador de interior gibraltareño. A ver, el productor de una película, ¿quien es?

Abogado: Pues, hablando pronto, el que pone la pasta.

Pensador: Conforme. Por tanto, según esa disposición, y teniendo en cuenta que la mayoría del cine que se hace en este país lo subvencionáis con vuestros impuestos, el pueblo español al completo se configura como “productor cinematográfico”. Ya habéis pagado las películas, sois productores y por tanto tenéis derecho a reproducir libremente las películas cuya producción habéis ya pagado, sin tener que volver a pasar por caja otra vez. Estáis haciendo el canelo.

Abogado: Oye, pues a lo mejor sí que sabes Derecho…

  1. Exterior, día.  Videoclub cerrado en calle del Oso, Oviedo.

Plano cerrado sobre inscripción “I love P2P”, se abre plano, Plano completo, incluyendo rótulo de Blockbuster Video, establecimiento cerrado.

La noticia apareció en la portada de Menéame el pasado 21 de abril, enlazando a la fuente original del Diario de Mallorca: “Los videoclubs desaparecen”, con el llanto y crujir de dientes del eslabón más débil.  No sólo es el cine español, financiado con nuestros impuestos: está al borde de la quiebra toda la cadena de distribución de todo tipo de obras cinematográficas.

A esta situación no se ha llegado porque sí.  La industria es responsable de haber destruido su modelo de negocio, al acostumbrar al público a consumir el cine en casa, o en salas minúsculas que no aportan ningún valor añadido a la experiencia cinematográfica.  Cuando han podido consumir en casa, con calidad similar, y gratis, lo han hecho.  Y nunca volverán atrás: cuando se convierten los sueños en un simple producto, y desaparece el precio, la magia se degrada para siempre.  Nunca se volverá a pagar por una simple copia.

A partir de este momento, la señora Guionista puede plantear dos tramas alternativas:

A)   Vías penales y mercantiles, endureciendo el código penal, las leyes de propiedad intelectual y, sobre todo, la de competencia desleal.   Utilizar todos los recursos administrativos sobre calificación de películas y legislación de comercio electrónico para poner en cintura a los prestadores de servicios de la sociedad de la información.  Invocar la protección de menores como excepción legal contra el derecho a la intimidad y a la libertad de expresión: no faltarán funcionarios que piensen que si el maquillador de “Martyrs” se suicidó antes de estrenar su obra maestra, a los niños les puede dar por despellejar a sus profesores después de ver la película en Internet. Criminalizar a los usuarios, a los que suministran enlaces a los usuarios, a los que dan alojamiento a los que suministran enlaces a los usuarios, a los que insertan publicidad en los alojamientos de los que ofrecen enlaces a los usuarios, a los que venden los productos que se anuncian mediante la publicidad de los alojamientos de los que enlazan a los usuarios, a los abogados que asesoran a los que venden los productos que se anuncian en los alojamientos de los que enlazan a los usuarios, a los…

B)   Abrir las orejas y volar.  Los cuervos te han puesto ahí para que te lances como un kamikaze contra la diana del P2P.  Déjales con un palmo de narices: abre las orejas y remonta el vuelo.  Libera del copyright el cine español.

¿Hemos oído bien?  ¿Eso cómo se come? O mejor dicho, ¿eso cómo da de comer?

Allá vamos.  Ley del Cine: Capítulo III, Medidas de fomento e incentivos a la cinematografía y al audiovisual.  Parece el catálogo de una ONG: incentivos fiscales, ayudas a la creación y al desarrollo, ayudas a la producción, ayudas a la distribución, ayudas a la exhibición, ayudas a la conservación, ayudas a la promoción…

Propuesta de modificación:

“La percepción de ayudas públicas e incentivos fiscales determinará necesariamente la publicación de las obras con licencias libres, que permitan la reproducción de las mismas sin restricciones, con reconocimiento de la autoría, al objeto de lograr su máxima difusión.”

Han leído bien. Si alguien quiere publicar su obra bajo copyright estricto, que se quede sin subvenciones y sin desgravación fiscal.  Película que financia el pueblo, película para el pueblo: cine procomún.

Utópico, ¿verdad?  Pues no tan utópico como intentar mantener con vida, mediante ingente inversión pública, un sector en estado terminal.  Como si se tratase de una especie protegida, y encima pretender que los ciudadanos pasen por caja y sigan consumiendo sin rechistar: eso sí que es utópico.

¿Hablamos de modelo de negocio?  Pues bien, ahí va uno revolucionario: volver a llenar los cines de gente.  Gente que vaya al cine no a ver fútbol, sino cine de verdad.

Señora Guionista: suprima los parásitos del cine español.  Con el dinero que puede ahorrarse en derechos de reproducción y exhibición, devuelva la magia al viejo cine. Sáquelo de los centros comerciales, donde es un simple producto, y devuélvalo a los barrios, para que vuelva a ser una fábrica de sueños.

Pague a los acomodadores, ponga en marcha la máquina de palomitas, y vuelva a abrir el viejo Majestic.

Sin copyright es posible.

  1. Interior, plano cerrado sobre monitor de PC

Juego Guild Wars, plano en Roca del Augurio.  Encadena a lucha de guerrera con hidras.

Ya lo decía Darwin: la lucha por la supervivencia es difícil. Y mucho más en un entorno cambiante.  Tal como están las cosas, muchos guionistas de cine se pueden ver en el brete de reciclarse como guionistas de videojuegos.  ¿O quizás aún es posible otra evolución?

Cortar las cabezas de todas las hidras de Internet es imposible, incluso para la mejor guerrera.  Por vía administrativa, el Ministerio de Industria ya está amargando la vida a muchos webmasters, abriendo expedientes sancionadores a diestro y siniestro, en aplicación de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico.  La misma ley que un día denominaron, cuando estaban en la oposición, como “Ley de censura del ciberespacio”.

Puestos a generar burocracia inútil, no es descartable que algún gobierno pueda llegar a inventarse una Agencia especializada, que se financie con multas como la Agencia de Protección de Datos.  Una Agencia dedicada a martirizar a los “concentradores” de Torrents, a las páginas de enlaces y a los portales de streaming.

Nada de eso servirá para nada.  Si nuestros gobernantes leyesen el Tao Te King lo entenderían: la información en Internet es como el agua, y se filtrará siempre, por altas que sean las presas:

El Tao no tiene una auténtica definición.
Como la madera antes de ser cortada, no puede ser usado;
Si un gobernante comprende esto
Todo su país será floreciente
Y la gente obedecerá en armonía con él mismo,
Tal y como cae una lluvia suave.
Sin necesidad de dar órdenes para que se comporten con equidad.

Cuando al Tao se le da forma para su uso,
La forma recibe un nombre en el Mundo;
No deberían de tenerse demasiados nombres
para contener a las formas;
En lugar de esto, dejad al Tao fluir hacia si mismo en el Mundo
Como el agua fluye en el lecho del río hacia el mar.

La industria de la música ya lo ha entendido.  Ha sido doloroso, pero lo ha entendido, y ahí está Spotify.  Y después de Spotify nada volverá a ser lo mismo.

¿Cuánto tiempo tardará en entenderlo el resto de la industria?  ¿Cuándo tendremos disponible un Spotify de películas y series de televisión?  ¿Y cuánto tardarán las operadoras de telecomunicaciones en incluirlo como servicio añadido al pack de conexión?

Un gobernante inteligente dejaría fluir el agua.

  1. Interior, despacho de abogado

La cámara enfoca a la espalda del cliente, sentado ante la mesa del abogado, que queda oculto en todo momento.

Los abogados nunca regalamos nada, jamás.  Ni cuando hablamos en la prensa, ni cuando damos conferencias, ni cuando recibimos a un cliente.  Si en alguno de esos supuestos un abogado no cobra, es porque durante muchas generaciones los colegios de abogados nos prohibieron la publicidad.   Pero no se engañen: si no cobramos en efectivo, cobramos en especie.

Para sobrevivir en un entorno hostil, el depredador desarrolla tácticas de caza que a primera vista parecen paradójicas.  Cuando la presa lo entiende, es demasiado tarde.

Los textos que producimos y presentamos en los juzgados se encuentran, en la práctica, exentos de derechos de autor.  Los copian los jueces y los convierten en sentencias, sin darnos crédito.  Y también los copian nuestros adversarios, reutilizándolos en sus propios casos.

No cobrar por copias estimula el ingenio. Si los abogados cobrasen derechos de autor, todos los casos serían aburridamente parecidos, como prendas prêt-à-porter, y no como lo que son: trajes a medida del cliente.

Antes o después, los artistas aprenderán de sus abogados. Aprenderán a sobrevivir en un mundo en el que la copia no tiene ningún valor.  Aprenderán a cobrar siempre, por trabajo realizado, o en forma de publicidad.  Y aprenderán a tener respeto a todas las formas de arte.

La guerra de la propiedad intelectual no es una guerra entre creadores y público.  Es una guerra artificial, creada únicamente para beneficiar a ejércitos de abogados.  Abogados  que han ido situándose a uno y otro lado del escenario, para representar una inmensa farsa.

Sólo los depredadores pueden sobrevivir a una guerra eterna, que por definición es una guerra imposible.

  1. Exterior, un parque, atardecer.

Piernas infantiles chutando un balón sobre la hierba.  La cámara sigue al balón, que rueda hasta golpear un netbook abierto.  La cámara se centra en la pantalla, donde está abierto Youtube.

Youtube pasa a pantalla completa, calle desierta, cinco puertas cerradas, que se van abriendo sucesivamente.  De una de las puertas sale un balón, le sigue un niño, van saliendo niños.  La imagen sigue al balón, que vuelve hacia el parque.

La cámara sigue al balón sobre la hierba, y se va abriendo plano.  En el centro del parque, la inmensa pantalla de un cine al aire libre, con sillas de tijera.  Los niños comienzan a sentarse.

Oscurece, van llegando los padres. Sobre la pantalla, luz blanca, aparecen las imperfecciones del viejo celuloide.  Comienza la proyección.

Durante muchos años, los ciberactivistas hemos luchado para conseguir para Internet los mismos derechos que podemos ejercer en la calle.  Para que las ideas circulasen por Internet con la misma libertad con la que las personas pasean por el mundo real.

En algún momento del camino nos hemos equivocado. A medida que íbamos consiguiendo ejercitar más y más derechos por Internet, hemos dejado de ejercerlos ahí fuera, y las calles se han ido quedando progresivamente vacías.

Hace tiempo que el poder ha dejado de tenernos miedo.  Nos desprecia.  En un contexto de brutal crisis económica, el descontento no trasciende a las calles, y ante las próximas elecciones europeas, el poder sólo piensa en las claves mediáticas del corto plazo.

Con esquemas mentales del viejo siglo XX, el poder quiere movilizar de nuevo a sus artistas.  Y para ello nada como fichar a “Una de los suyos”.  El viejo esquema de Felipe González y Pilar Miró, que tan buenos resultados daba en los viejos tiempos: un guión muy trillado, demasiado fácil.

El actor principal, huérfano de toda ideología, se mantiene en su papel por pura inercia.  Los secundarios, desdibujados: una caricatura de sí mismos.  La voz impostada, textos patéticos, gestos de cómico de tercera.  Un escenario de cartón piedra, donde los figurantes deambulan perdidos.

Si de verdad aspiramos a un mundo interactivo, donde se rompan los viejos esquemas piramidales, ha llegado el momento de cambiar el guión.  Si La Red quiere convertirse en La Trama, tiene que salir a la calle, y hacerlo ya.

Ahí fuera existen muchos derechos que están esperando para ser ejercidos.  El derecho de reunión, el derecho de manifestación pacífica y sin armas.  Y el derecho al voto.

Escribamos nuestro propio guión.

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Resistencia digital y derechos humanos

Conferencia en La Casa Encendida, Madrid, 12 de Marzo de 2009, 19:30.

 

«¿Cómo se da forma a un libro de resistencia, un libro de verdad en un imperio de falsedad, o un libro de rectitud en un imperio de crueles mentiras? ¿Cómo se puede hacer esto delante mismo del enemigo?

No a la antigua, escribiendo en el cuarto de baño, así que, ¿cómo se puede hacer esto en un Estado tecnológico futuro? ¿Es posible que la libertad y la independencia se manifiesten de maneras y en condiciones nuevas? Es decir, ¿sofocarán las futuras tiranías estas formas de protesta? ¿O el espíritu engendrará nuevas respuestas que ahora mismo no podemos ni imaginar?»

— Philip K. Dick, en una entrevista de 1974

 

0. Una advertencia previa sobre mi particular concepto del Derecho.

No soy un filósofo, y tampoco me considero un jurista. Me hubiese gustado dedicarme a algo distinto de lo que hago, pero desgraciadamente para mí y para el resto de la sociedad, he acabado ejerciendo de abogado. Cuando me pongo la toga me siento como se debería sentir dentro de su sotana un sacerdote ateo: yo tampoco tengo fe alguna en el Derecho. Las leyes sólo son las herramientas con las que me gano la vida.

Considero que, al igual que la política y la tecnología, el Derecho sólo es la continuación de la guerra por otros medios: la ley no es nada más que la expresión reglada de un conflicto social. No hay nada original en mi planteamiento: toda la historia de la cultura universal se basa en nuevas versiones de antiguas ideas y de antiguas guerras, en una tradición que une a Von Clausewitz con Sun Tzu y a Carlos Marx con Heráclito.

Mi socio y colega –y sin embargo amigo- Javier Maestre lo diría con un lenguaje más alambicado. Con mucha retranca, él hablaría de la «normatividad inmanente de lo fáctico» a la hora de considerar el derecho de conquista que determina, por ejemplo, el derecho de propiedad sobre los recursos energéticos del planeta: los yacimientos son de aquel que pone los tanques sobre el terreno. Después llegan los juristas y redactan constituciones a medida del vencedor.

Así es y así ha sido siempre. Por eso no creo en más derechos que aquellos que podamos conquistar por nuestras propias fuerzas. Ésa y no otra ha sido la historia por la conquista de los derechos humanos…

 

1. La conquista de los derechos humanos y la teoría de sus cuatro generaciones.

Se atribuye a Karel Vasak, primer Secretario General del Instituto Internacional de Derechos Humanos, la formulación de la teoría de las tres generaciones de derechos humanos, inspirada por los tres colores de la bandera francesa y los tres principios de la revolución burguesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Ningún derecho se consiguió sin lucha: todos ellos fueron conquistados, arrancándoselos al poder establecido. Su plasmación es un nuevo pacto social, un acuerdo convencional que sólo se firma después de un desafío. En unas ocasiones, es un pacto con el antiguo poder. En otras, es el derecho que se otorgan los vencedores, su forma de repartirse el botín.

La primera generación de derechos humanos, que a efectos estrictamente dialécticos denominaremos “de la libertad”, es una conquista de la burguesía ascendente frente al antiguo régimen. Son los derechos que se plasman en las declaraciones de la revolución norteamericana y francesa. Derechos civiles y políticos.

Derechos civiles, como la libertad individual, libertad de pensamiento y conciencia, libertad de expresión, libertad de reunión y asociación… Derechos herramienta, exigidos por la burguesía del siglo XVIII.

También la primera generación trae derechos políticos, como el derecho al voto, que ya nos dan una pista de quién ejerce realmente el poder y quién redacta las constituciones: el sufragio inicialmente es censitario, limitado a hombres que cumplan unos requisitos de nivel de instrucción, renta y clase social. Sólo después de largas luchas se conseguirá el sufragio universal.

La segunda generación de derechos humanos, derechos sociales o “de la igualdad”, viene auspiciada por el movimiento obrero del siglo XIX. Se trata de los derechos exigidos por las clases sociales que se enfrentarán a la burguesía dominante: derecho a un trabajo digno y a la seguridad social, derecho a formar sindicatos, derecho a un nivel de vida adecuado, derecho a la salud, derecho a la alimentación, derecho a la educación… Derechos exigidos para los obreros varones de las metrópolis, que sólo mucho más tarde llegarán a las mujeres y a los explotados habitantes de las colonias.

La tercera generación de derechos humanos, o derechos “de la solidaridad”, son los derechos exigidos por distintos colectivos humanos, que plasman el retrato de las diferentes formas de discriminación: por razón de sexo, grupos de edad, minorías étnicas y religiosas, origen geográfico. Son los derechos a la protección del medio ambiente, a la conservación del patrimonio cultural, a la diversidad, etcétera… Los derechos que expresan el conflicto Norte-Sur.

Siguiendo con la clasificación generacional establecida por Vasak, el profesor de ética y sociología Javier Bustamante ha formulado en diferentes trabajos una nueva teoría: la eclosión de una cuarta generación de derechos humanos, el gran reto del siglo XXI. Los derechos humanos del ciberespacio, que no serían sino las nuevas formas que cobra el ejercicio de los derechos de primera, segunda y tercera generación dentro del Estado tecnológico avanzado.

Bien, hasta aquí las clasificaciones académicas. Personalmente pienso, y siempre he pensado, que los ciberderechos no existen. No creo que existan unos ciberderechos virtuales, al margen de los que están recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos. La Red no es un mundo nuevo: es el tejido neuronal del mundo real. No puede separarse la reivindicación de los derechos digitales de los restantes derechos humanos, porque de una forma u otra estamos defendiendo lo mismo.

Cuando hablamos de software libre, de acceso universal a la red, defendemos el principio de igualdad de oportunidades, así como el derecho a la educación y el derecho de acceso a la cultura. Cuando alguien niega que el correo electrónico de los trabajadores esté protegido por el secreto de correspondencia, o pone trabas a la criptografía, está vulnerando el derecho fundamental a la intimidad. Cuando se censura una página web sin las debidas garantías, se ataca la libertad de expresión, la libertad ideológica y religiosa. Cuando se detiene a un grupo de hackers por el hecho de serlo, y no por sus actos, se ofenden las libertades de reunión o asociación.
Se pisotean a diario los derechos humanos, en la Red y fuera de ella. Se pisotean en las oficinas públicas y privadas, en las comisarías y en los juzgados. A los siervos del sistema se les llena la boca de Estado de Derecho, pero estamos viviendo una pantomima a escala global. Los ciberderechos no existen, como no existen más derechos humanos que los que podamos conquistar por nosotros mismos.

Pero sucede que para conquistar los derechos en el mundo real, hoy disponemos de una herramienta extraordinariamente potente. Una herramienta que nos permite agrupar nuestras fuerzas desde el ciberespacio, y proyectarlas contra las tiranías del mundo real. Por eso hoy quiero contar la historia de un grupo de visionarios que en un momento histórico muy especial, tuvo una extraordinaria intuición de futuro.
Fue una extraña amalgama de filósofos, libertarios, periodistas, tecnólogos, e incluso algún picapleitos despistado. Personas que tenían muy claro que ellos no llegarían a ver jamás la tierra prometida, ni serían los protagonistas de la revolución, por haber nacido demasiado tarde o demasiado pronto. Y que a pesar de ello, tomaron conciencia de lo que podía ocurrir, y sentaron las bases para transmitir a las futuras generaciones una herramienta revolucionaria. Una herramienta con la que transformar la Realidad.

No eran psicohistoriadores: eran ciberactivistas.

 

2. ¿De dónde venimos? La pequeña historia del ciberactivismo español.

– ¿Se le ha ocurrido pensar, que las redes electrónicas pudieran corroer la infraestructura industrial y política de América, hasta el punto de hacerlas insostenibles e inútiles, y que el antiguo orden se derrumbe de bruces, como ha ocurrido en la Europa del Este?

– No, -dice Kapor secamente- pienso que es extraordinariamente poco probable. En parte porque hace diez o quince años, tuve las mismas esperanzas, acerca de las computadoras personales, que no se han cumplido en absoluto. -Sonríe irónicamente con los ojos entreabiertos-. Soy contrario a las tecno-utopías. Cada vez que me encuentro con una, o corro en dirección contraria o trato de acabar con ella.

Entonces caí en la cuenta, de que Mitch Kapor no busca un mundo más seguro para la democracia; y seguro que no lo busca para los anarquistas o utópicos -y menos aún, para los que acceden ilegalmente a las computadoras ajenas o los artistas del timo electrónico-. Lo que realmente desea es un mundo más seguro, para los futuros Mitch Kapor. Ese mundo de nodos descentralizados de pequeña escala, pero con acceso instantáneo y a lo mejor más brillante, será un entorno perfecto para un capitalismo mal dirigido, que ha hecho de Mitch Kapor lo que es hoy.

“La caza de hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica”, Bruce Sterling, 1994.

Han pasado quince años desde la publicación de «Hacker Crackdown», una crónica de la epopeya de los hackers y los libertarios civiles norteamericanos. Un texto traducido en su día al castellano por un grupo de voluntarios desde Kriptópolis. Releerlo hoy provoca una sensación agridulce, de dejà vu.

Se ha escrito mucho ya sobre los orígenes de Internet, sobre los pioneros en la lucha por los ciberderechos, y se ha consolidado una abundante mitología al respecto. Pero ni el futuro será nunca como lo soñamos, ni el pasado fue tan épico como nos lo quisieron vender. La historia de la humanidad es la historia de la naturaleza humana: una historia de ambiciones mezquinas, donde un resultado final de aparente victoria sobre el medio natural, no es sino la consolidación de todos nuestros fracasos.

Philip K. Dick nunca soñó con un futuro de ciudades perfectas. Siempre tuvo la intuición de que si conquistábamos el sistema solar, y aún toda la galaxia, sólo serviría para edificar peores suburbios. La peor de las utopías: una Vía Láctea víctima de la especulación inmobiliaria.

La informática no nos ha hecho mejores: sólo más codiciosos.

 

2.1. El activismo norteamericano

Palo Alto es una ciudad del condado de Santa Clara, en el estado de California (Estados Unidos). Se encuentra en el Área de la Bahía de San Francisco, en el extremo norte de Silicon Valley, cerca de la Universidad Stanford (técnicamente la universidad está situada en Stanford). Varias compañías de tecnología como Hewlett-Packard o Xerox tienen oficinas en Palo Alto. Según el censo de 2000 tenía una población de 58.598, y en 2005 contaba con 56.982 habitantes.

Palo Alto se fundó en 1895. Es uno de los lugares más caros para vivir de los Estados Unidos, con viviendas de tamaño pequeño costando de 700 a 800 mil dólares. En Palo Alto también se encuentran las oficinas de Google, Inc. – Tech Manager y la compañía Facebook.

La patria chica de Google y Facebook: eso es lo más importante que dice la Wikipedia en español sobre Palo Alto.

Lo que no dice la Wikipedia, salvo que busquemos expresamente la entrada C.P.S.R., es que en Palo Alto, allá por 1981, un grupo de ciberparanoicos, preocupados por posibles tentativas que indujeran a guerras nucleares, acabó por formar un pequeño grupo de discusión, el cual se comunicaba a través de una Intranet en el Centro de Investigación de Xerox/PARC (Palo Alto); poco tiempo después se sumó a este grupo la colaboración de otros especialistas pertenecientes a la Universidad de Stanford. Había nacido Computer Professionals for Social Responsibility, posiblemente la primera organización ciberactivista de la historia.

La obsesión de C.P.S.R., muy común durante la guerra fría, era evitar un mal uso de los sistemas críticos. Eran gente seria, muy distinta a los hackers chalados con sus locos cacharros que llegarían detrás, para llenar el mundo de oscuras BBS.

Muchos recordamos con nostalgia aquellos viejos tiempos de módems chirriantes a altas horas de la madrugada. Módems que conectaban entre sí miles de BBS underground. Tiempos de blue box, de phreaking, de calling cards, de centralitas australianas desvencijadas que actuaban como pasarela para conectar gratis los continentes. Tiempos que no volverán.

El F.B.I. acabó con muchos sueños utópicos, pero sus redadas contra los hackers movilizaron a personas con visión de futuro. Personas como Mitch Kapor, John Gilmore, y John Perry Barlow, que acabarían fundando la Electronic Frontier Foundation, una organización que supo capitalizar y rentabilizar el movimiento en pro de los ciberderechos, muy especialmente a partir del momento en que Internet llega al gran público.

Como hito histórico del movimiento se puede reseñar la formación de la Global Internet Liberty Campaign, una iniciativa que agrupó a diferentes colectivos de defensa de derechos humanos en contra la Ley de Decencia en las Comunicaciones, ley mediante la que el gobierno Clinton intentó controlar la incipiente Internet. El fallo de la Corte del Distrito Este de Pensilvania, en el caso entre la American Civil Liberties Union versus Janet Reno, declaró la inconstitucionalidad de tal normativa, y fue un espaldarazo a la causa de la libertad de expresión en la Red:

La ausencia de regulación gubernativa de los contenidos de Internet ha producido, incuestionablemente, una especie de caos, pero, como uno de los expertos propuestos por los demandantes indicó en el curso de la vista, lo que ha hecho de Internet un éxito es el caos que representa. La fuerza de Internet es ese caos.Como sea que la fuerza de Internet es el caos, la fuerza de nuestra libertad depende del caos y de la cacofonía de la expresión sin trabas que protege la Primera Enmienda.

Y hasta aquí la épica de los tiempos heroicos, tan similar en su simbología a la de los Padres Fundadores de la Revolución Americana. Tan similar, que hasta tuvo su Declaración de Independencia del Ciberespacio, que contenía referencias a los juristas e ideólogos que cimentaron el constitucionalismo norteamericano: Jefferson, Washington, Mill, Madison, Tocqueville y Brandeis.

De la ética protestante como espíritu del capitalismo, la posmodernidad nos llevaba a la ética hacker como espíritu de la sociedad de la información. Era un discurso muy atractivo, que vendía una cara amable del capitalismo avanzado, en forma de Globalización. Sobre unos cimientos revolucionarios, se podía construir un inmenso centro comercial a escala global: la imagen en realidad virtual del American Way of Life.

Pero sucede que el mundo es complejo, y tiene muchas fronteras, aparte de las electrónicas. La más evidente es la diversidad cultural, que determina diferentes formas de expresión de la lucha por los ciberderechos, en función del desarrollo económico, social y tecnológico de cada país.

Hablaremos pues de otra realidad mucho más cercana. Una realidad virtual llamada España.

 

2.2.Fronteras Electrónicas España, Free

Al principio, eran cuatro: DA5ID, Marco 13, Anabomber y Oscar 999. Compartían el juego de la identidad fingida (llamarse por sus apodos) y algunas nociones de la filosofía «ciberpunk»: «Las tecnologías tienen un uso diferente y más radical que el que se puede hacer con el libro de instrucciones»(…)

“Viviendo en la frontera”, Mercè Molist.

Si hay un personaje clave en el desarrollo de la cibercultura española, ese personaje es David Casacuberta, Da5id, primer presidente de Fronteras Electrónicas España, (Free). Una organización de ciberderechos, cuya actividad política se desarrolló entre 1996 y 2000, y que fue clave en la construcción de un pensamiento de defensa de los derechos humanos en el ámbito digital, cuya historia puede leerse en la magnífica iniciativa Hack Story:

En su época de mayor auge, FrEE congregó a unas 25 personas en su lista de organización interna y 420 estuvieron suscritas a su boletín electrónico semanal «FrEE-Noticias». Montó diversas campañas y emitía regularmente comunicados sobre temas de actualidad relacionados con ciberderechos, leyes, privacidad, criptografía y otros. En 1998, la Comisión de Internet del Senado español invitó a la organización a presentar sus posturas.

Fronteras Electrónicas, pese a la coincidencia denominativa con la Electronic Frontier Foundation, rompió pronto sus lazos con la iniciativa norteamericana, debido a la diferencia de filosofía entre ambas organizaciones.

El ciberactivismo norteamericano siempre tuvo un poderoso vínculo con la ideología “libertarian” de estirpe yanqui, que a su vez tiene fuertes raíces en sus férreos principios constitucionales: su particular concepto del free speech y de la Primera Enmienda, que tanto puede servir para defender la libertad de expresión como el revisionismo nazi o el Ku Klux Klan; su “privacy”, concebida como “el derecho a que nos dejen en paz”; su conquista de la Frontera, de los espacios abiertos, a golpe de rifle…

Desde la perspectiva europea, no dejan de ser chocantes pronunciamientos como los del ideólogo hacker por antonomasia, Eric S. Raymond, anarcocapitalista y devoto de las armas de fuego, que tan pronto escribe obras cumbre del ciberactivismo, como sostiene peculiares opiniones sobre los musulmanes y la guerra de Irak. O poses como la de John Perry Barlow, candidato republicano en su Wyoming natal, como la que publicó New York Times Magazine, según indica Sterling en La Caza de Hackers:

Barlow ceñudo, severo paisaje nevado de Wyoming, con un largo abrigo negro, sombrero oscuro, un Macintosh SE30 apuntalado sobre una valla y un impresionante rifle de la frontera debajo del brazo, será la imagen individual más llamativa de la Caza de los Hackers.

Ni Charlton Heston y la Asociación Nacional del Rifle llegaron tan lejos: ni tan siquiera un Ben-Hur octogenario llegaría a comparar el derecho a usar armas de fuego con el uso de ordenadores -como armas- frente al Estado opresor.

Definitivamente, Fronteras Electrónicas España era más pacífica: quizás le faltaba el pelo de la dehesa. O quizás participaba del ancestral miedo ibérico a los correajes y a los jinetes nocturnos que

Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

Libertarios, sí, pero a la española: en Free cabían todos, desde anarcosindicalistas a socialistas libertarios, pasando por liberales de derecha e izquierda de todo tipo de pelaje. Orígenes geográficos diversos: charros, castúos, andaluces, cántabros, catalanes, y gente tan de Bilbao, tan de Bilbao, que acabaron viviendo en Madrid. Todos ellos en asamblea digital permanente, construyendo algo que ni ellos mismos todavía entendían. Y lo más importante, algo inaudito teniendo en cuenta que eran españoles: tolerándose.

Dejaron un buen número de comunicados, influyendo poderosamente en la declaración de derechos de Internet que elaboró la Comisión Especial de Redes Telemáticas del Senado español, comisión en la que David Casacuberta tuvo una intervención histórica.

Fronteras Electrónicas España tomó en el año 2000 la decisión de autodisolverse, al cumplirse buena parte de sus objetivos fundacionales: conseguir que se considerase el ciberespacio como un terreno en el que son exigibles idénticos derechos constitucionales que en el mundo real. Hasta la aparición de Free, muchos administradores de sistemas –informáticos y políticos- seguían considerando que en las máquinas sólo habitaban unos y ceros, sobre los que podía decidirse con sólo pulsar un botón. Con la indiferencia del que aborta un proceso de datos.

En sólo cuatro años, los unos y los ceros habían adquirido la ciudadanía digital.

 

2.3 La reivindicación del acceso universal y la formación de la Asociación de Internautas.

Como ya he indicado, el ciberactivismo ibérico presenta un perfil distinto en muchos aspectos al norteamericano. Si aquel está fundamentalmente centrado en los derechos civiles y políticos “de primera generación”, las reivindicaciones hispanas siempre han presentado un cariz más social, haciendo mayor hincapié en los derechos “de la igualdad” y “de la solidaridad”. Los derechos humanos a la cultura y a la educación en el ámbito digital están condicionados por la calidad del acceso a la Red.

A lo largo de la segunda mitad de los años 90, el gran caballo de batalla de los internautas españoles fue la reivindicación de la tarifa plana y el acceso universal a la Red. Telefónica consiguió agrupar en su contra a todos los internautas descontentos, que acabaron protagonizando huelgas de conexión en reivindicación de la tarifa plana.

Como colofón del movimiento de protesta, el 10 de octubre de 1998 se fundaba la Asociación de Internautas, una organización creada en España el 10 de octubre de 1998 por militantes de diferentes colectivos (Fronteras Electrónicas-FrEE, Grupo Tarifa Plana, Plataforma La Huelga, Plataforma Tarifa Plana) con el fin de la reivindicar una tarifa plana universal y asequible por la red telefónica básica para las comunicaciones a través de Internet o de cualquier otra red de similares características, existente o que se pudiese crear en el futuro.

Once años después, la Asociación de Internautas sigue en plena actividad, habiendo protagonizado innumerables reivindicaciones a favor de los ciberderechos, por la seguridad en la Red, contra el canon digital y a favor del derecho a la cultura.

Todo gracias a la codicia de Telefónica: si la Asociación de Internautas no existiese, habría que volver a inventarla.

 

2.4. Kriptópolis y la LSSI.

Si la fauna del ciberactivismo ibérico presenta características peculiares, un espécimen singular donde los haya es el internauta cántabro responsable de la administración de Kriptópolis. Después de una década tratándole, cruzando con él miles de correos electrónicos -cifrados y sin cifrar- uno aún no sabe por donde van a salir los rasgos atávicos prerromanos de tan curioso habitante de Santander.

Cántabro también, y de Solares, es el actual Ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que tachaba desde la oposición a la LSSI como “Ley de censura del ciberespacio”, comprometiéndose en nombre de su partido a derogarla, una vez recuperasen el poder. Promesa que nunca se cumplió.

La campaña contra la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico –vulgo LSSI-, iniciada por Kriptópolis el 8 de mayo de 2001, fue una gran movilización en contra de la censura en Internet, que llegó incluso a aparecer reflejada en la prensa internacional. Tuvo como origen la publicación del texto de un anteproyecto de ley por parte del entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología, que despertó suspicacias por sus posibles efectos perversos en materia de libertad de expresión.

A pesar del gran desgaste que el pulso contra la LSSI supuso para el movimiento ciberactivista, sus originales formas de protesta –recogida de firmas online, envíos masivos de correos electrónicos a distintas autoridades, campañas de banners- acabarían creando escuela en posteriores movilizaciones.

La lucha contra la LSSI aportó otra gran enseñanza: si algo aprendieron los internautas, es que no se puede esperar absolutamente nada del poder político tradicional.

 

2.5. El frente de la privacidad.

Otro rasgo diferenciador: frente a la paranoia antigubernamental de los colectivos norteamericanos, los ciberactivistas españoles siempre se han mostrado más combativos contra el espionaje corporativo de las grandes empresas.

El control abusivo del correo de trabajadores centró las primeras escaramuzas en el campo de la privacidad. Una preocupación que hoy se antoja ingenua ante el extraordinario desarrollo de las técnicas de monitorización y cibervigilancia.

La intimidad es un derecho en crisis, intensamente erosionado por el extraordinario auge de los reality shows y la telebasura del corazón. Hace apenas diez años, consideraríamos inverosímil que se pudiese autorizar la monitorización física mediante telefonía móvil. Hoy es algo trivial, la última moda en las redes sociales, y no será extraño encontrar empresas que intentan imponerlo como acuerdo complementario al contrato de trabajo.

El posible depósito gubernamental de claves de cifrado generó en 1998 protestas de Fronteras Electrónicas, y también en el año 2003 sendas campañas de la Asociación de Internautas y del capítulo español de CPSR.

Hoy en día, rodeados del exhibicionismo impúdico de Flickr, Tuenti o Facebook, lo difícil es encontrar a alguien que todavía cifre su correo.

 

2.6. Software libre y “copyleft”.

Hablar de software libre en España es hablar de Hispalinux, una asociación fundada en 1997 por entusiastas seguidores de las cuatro libertades básicas de los usuarios de software:

  • La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.
  • La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a tus necesidades.
  • La libertad de distribuir copias, con lo que puedes ayudar a tu vecino.
  • La libertad de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie.

Creada a imagen y semejanza de la Free Software Foundation de Richard Stallman, Hispalinux ha tenido una notable influencia en la promoción del software libre en las administraciones públicas, consiguiendo que diversas comunidades autónomas hayan impulsado distribuciones propias de Linux.

En la línea ideológica del “copyleft”, cabe destacar también el papel desempeñado por Creative Commons España, responsable de la traducción y adaptación al derecho español de las licencias Creative Commons, así como la iniciativa Coloriuris, de raigambre autóctona. Ambas alternativas están siendo cada vez más utilizadas por diversas instituciones públicas.

También dentro del movimiento por la libertad de copia y distribución de las creaciones culturales, han surgido iniciativas ciudadanas de todo tipo, como la Fundación Copyleft, el Partido Pirata o Exgae.net, preocupadas por el creciente seguidismo de los poderes públicos hacia las consignas de los lobbys de la propiedad intelectual.

 

2.7. Una mula pariendo libertad

Cuenta Heródoto, en el tercero de sus libros de la Historia, la burla de los habitantes de Babilonia hacia el ejército que, a las órdenes de Darío, había cercado la ciudad. Gritaban desde las murallas: “Cuando paran las mulas, entonces nos rendiréis”. Sea verdad o leyenda –la mula es por lo general estéril-, nos refiere Heródoto que una mula parió, y tras ese parto monstruoso, cayó Babilonia.

De igual manera se burlaban los defensores del copyright de las iniciativas copyleft. Hoy el copyright está sitiado, y la mula ha parido libertad.

Así como Telefónica consiguió la unión de todos los internautas españoles por la tarifa plana, la SGAE tiene el indudable mérito de haber movilizado a gran parte de la sociedad española en pro del derecho de acceso la cultura, sin las trabas impuestas por la dictadura del copyright.

A lo largo de los últimos años se ha vivido la más feroz de las guerras de Internet. Una guerra donde España se ha convertido en una de las puntas de lanza frente al imperialismo cultural impuesto por las multinacionales de la industria del entretenimiento. Hasta el punto de convertirnos en el centro de todas sus iras.

Buena parte de culpa la tiene el “establishment” político y policial español, extraordinariamente solícito a la hora de aprobar leyes u organizar redadas en pro de los intereses corporativos de entidades de gestión, productoras discográficas y cinematográficas, así como de la boyante industria del videojuego.

Pocas veces tanto esfuerzo legislativo y policial ha sido tan inútil: la letra del Boletín Oficial del Estado ha quedado en papel mojado, frente a la realidad de una Red en la que, merced a las aplicaciones P2P, se puede conseguir cualquier producto “cultural” de la industria del entretenimiento.

Siempre, claro está, que el sufrido internauta pueda sufragar su conexión a Internet, y el alquiler o hipoteca de la casa donde está la conexión.

 

3. ¿Dónde estamos? El desencanto virtual.

Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenía; y el día de hoy, mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado.

Nunca nos regalan los derechos: o se conquistan, o se negocian. En cualquiera de los dos casos, nunca salen gratis: siempre hay que poner una libra de carne en la balanza.
Las revueltas sociales de los siglos XIX y XX conformaron el mundo en que vivimos. A medida que el capitalismo se convertía en imperialismo, y el imperialismo en globalización, fue necesario el desarrollo de derechos sociales que permitiesen mejorar las condiciones de vida de la población del mundo occidental. Pero esos derechos tenían una contrapartida: se otorgaban a cambio de que los trabajadores consumiesen.

Las luchas sociales se atenuaron, y durante las decenas de años que duró la guerra fría, la alianza del consumo y el mercado fraguó el gran triunfo del bloque occidental. Un triunfo que costó miles de millones de excluidos: más allá de las fronteras del próspero Occidente, las clases trabajadoras encargadas de aportar materia prima y fuerza de trabajo a la maquinaria del sistema, sólo podían aspirar al difícil equilibrio de derechos humanos y consumo si decidían emigrar.

Todo iba bien en la sociedad de consumo… hasta que se dejó de consumir.

 

3.1. La subvención como subversión del pensamiento crítico.

La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras.

“Los principios de neolengua”, apéndice de 1984, George Orwell

Si en algo ha mejorado la especie humana en los últimos decenios ha sido en el uso del lenguaje, y muy especialmente en su utilización por parte del poder. Es la seña de identidad del político profesional, el estigma de los elegidos, el aura que otorga al líder su carisma definitivo: el talento en la utilización de eufemismos.

Hay un largo recorrido: antes de que se denominase “desaceleración” a la crisis económica, y “cohesión social” a la tregua en la lucha de clases, hubo grandes inventos, como denominar “coexistencia pacífica” a la guerra fría, o “países en vía de desarrollo” a la globalización de la miseria.

El lenguaje políticamente correcto ha sido todo un hallazgo, y ha permitido la perpetuación en el poder de la clase política intermediaria que gestiona los desequilibrios del sistema. Un turnismo liberal-socialdemócrata unido por las comisiones y los eufemismos en lo universal.

El dominio del “neolenguaje” es al político profesional lo que las oposiciones al funcionario: su garantía de un cargo vitalicio, del que sólo se verá apeado si abusa de la corrupción.

Investido de su arsenal de eufemismos, el político occidental gestiona el sistema, siendo su principal misión evitar una excesiva fricción entre explotadores y explotados. Para ello cuenta con una variopinta gama de aliados, unidos en su extraordinario apego a la subvención. Y un objetivo común: la contención del pensamiento crítico.

Vivimos en un mundo extraordinariamente complejo. Las jerarquías tradicionales han evolucionado con los sistemas políticos: Familia, Tribu, Iglesia, Estado, Banca Internacional… En ese largo camino, han ido apareciendo sucesivamente diferentes agentes sociales tributarios del poder. Antes de ser lo que son, fueron contrapoderes.

Intelectuales y artistas con voz crítica, sindicatos libres y prensa independiente han sido históricamente un contrapeso del poder, el mejor antídoto contra cualquier dictadura. Y a la inversa: intelectuales orgánicos, artistas del régimen, sindicatos amarillos y prensa complaciente, los acólitos de la tiranía.

Pues bien, estamos en un momento histórico en el que el poder político busca desesperadamente el silencio de artistas, prensa y sindicatos, mediante el uso de la subvención. Subvenciones en forma de leyes a medida, créditos oficiales, y un uso magnánimo de los presupuestos generales del Estado. El objetivo es impedir a toda costa que el descontento social causado por el empobrecimiento de la población llegue a las pantallas, a las canciones, a las portadas de los periódicos y a las pancartas de las manifestaciones.

 

3.2. Censura y menosprecio de la Red

Los grandes grupos multimedia que controlan la inmensa mayoría de los medios de comunicación, y en particular las concesiones radiofónicas y televisivas, tienen un serio problema con Internet. Durante demasiado tiempo, el periodismo tradicional ha ejercido como intermediario entre el poder público y los ciudadanos, de la misma forma que el poder político ejerce como intermediario entre las diferentes fuerzas sociales. En esa capacidad de mediación reside la fuerza de ambos poderes.

La aparición de Internet supone un cambio en las relaciones de poder, en la medida que provoca una paulatina desaparición de intermediarios, que no obstante nunca será total: hoy más que nunca es necesaria la existencia de comunicadores profesionales independientes, que ponderen el verdadero valor de cada noticia. Pero el acceso masivo a la Red provoca cambios en la anquilosada estructura de los medios de comunicación de masas. Y esos cambios son observados primero con recelo, después con miedo, y más tarde con desesperación. Todo lo cual acaba propiciando una respuesta extraordinariamente agresiva frente a la Red.

A lo largo de los últimos años se han ido sucediendo medidas legales con un solo objetivo: endurecer el control administrativo sobre Internet. Medidas legales que han sido sistemáticamente aplaudidas por los mismos medios que demonizaban la Red desde los telediarios en prime time.

 

3.3. De ciberlibertarios a ciberdictadores.

El miedo es una emoción primaria, y como tal emoción, en ocasiones sobrevive a la causa que lo originó. Una vez instalado el terror a Internet, la mala prensa sobre la Red se convierte en un lugar común. Y queda grabado a fuego en el inconsciente colectivo de los mass media, por mucho que cambie la Red.

Y la cuestión es que ha cambiado mucho. Internet ya no es el paraíso libertario de los orígenes: el dinero lo cambió todo.

Los años 90 vivieron los grandes “ciberpelotazos” de las operadoras de telecomunicaciones, y acabaron por hinchar la burbuja especulativa que provocó la caída de las puntocom. Pero el gusto por el dinero fácil nunca desaparece, sólo cambia de forma.

En el camino, desaparecen muchos principios altruistas. No hay nada que no esté contado ya: es la historia de las grandes corporaciones tecnológicas, de Microsoft a Google. Cuando los derechos humanos, en China o en cualquier parte del mundo, pueden representar un obstáculo para el negocio, las sociedades mercantiles actúan conforme a su naturaleza profunda.

He hablado de Microsoft y Google por lo que representan, cada una en su campo. El control del código binario -la verdadera ley de Internet- en el caso de la primera. El control de los impulsos primarios del público, en el caso de la segunda. El control del mercado y de la privacidad en todos los casos.

Pero tal como es arriba es abajo. Y junto a los grandes hermanos políticos, mediáticos y tecnológicos, progresan como musarañas evolutivas decenas de miles de pequeños hermanos. Cada uno de ellos con un pan bajo el brazo, y un patológico desprecio por todos los ciberderechos que no sean el suyo: la privacidad y la libertad de expresión de los usuarios no es una de sus prioridades.

Blogs, redes sociales, web 2.0. Muchas formas de denominar la conversación masiva entre usuarios, que algunos aspiran a dirigir desde sus pequeñas tribunas mediáticas. Como quien intenta surfear sobre un tsunami.

El fenómeno de las redes sociales ha monopolizado buena parte de las noticias sobre Internet en los últimos años, siendo especialmente significativas las agresiones a la privacidad. Fotos y vídeos de menores han proliferado por doquier, en un viaje sin retorno desde la Red a la telebasura y los titulares amarillistas.

No menos preocupante han sido los intentos de apropiarse de la creación individual y colectiva de los usuarios, con imposiciones unilaterales de cláusulas abusivas, como la que dio origen a la revuelta contra Facebook. Un movimiento social esperanzador, éste último, pero limitado por el momento al ámbito de la Red.

En el campo de la blogosfera, muchas desilusiones en el terreno español. Quizás esperábamos mucho más de la juventud y espontaneidad del medio: como muchos de sus protagonistas, la blogosfera ibérica ha envejecido muy pronto y muy mal. Los blogs and beers son terribles para los michelines, especialmente los del alma.

En fin, quién sabe: quizás desde la web 2.0 española se repita alguno de los gloriosos ciberpelotazos de los 90, pero por el momento se ha conseguido más bien poco. Algún viaje -de ida y vuelta- de los blogs a los grupos mediáticos, alguna conferencia, alguna cena. Y algún efecto divertido, como el repentino interés de los políticos profesionales por el diseño de blogs: síntoma inequívoco de que la cosa se está poniendo de un rancio que asusta.

 

4. ¿A dónde vamos? El gran reto del ciberactivismo: asaltar la Realidad.

Si los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo, los escritores de ciencia ficción son sus bufones de corte. Somos Payasos Sabios que podemos saltar, dar cabriolas, hacer profecías y rascarnos en público. Podemos jugar con Grandes Ideas porque el extravagante colorido de nuestros orígenes de revista barata nos hace parecer inofensivos.

Bruce Sterling, en el prólogo a “Quemando Cromo”, de William Gibson.

Les advertía al principio sobre mi escaso bagaje filosófico y mi descreimiento jurídico. A ello debo añadir que no aspiro tampoco al puesto de profeta o gurú de la revuelta. En primer lugar, porque ya sobran candidatos para ello. Pero la razón más importante es que los escritores de ciencia ficción ya nos advirtieron de lo que vendría: como eran bufones de corte despreciados por los artistas del régimen, no les hicimos caso.

Si quieren saber lo que va a pasar, lean a Dick, a Scott Card, al propio Sterling: la realidad superará con mucho la ficción. El ser humano no ha llegado por casualidad a donde está: el momento histórico en el que puede decidir si arruina definitivamente el planeta, o le da una oportunidad controlando su propia evolución. Y aún así, dudo mucho que la ingeniería genética sea capaz de suprimir la codicia en nuestros genes.

Internet es una extensión de la naturaleza humana, y como tal está condicionada por nuestros más bajos instintos. Los intentos del poder político por controlarla no harán sino empeorar el resultado. Mientras tanto, nos quedan por delante décadas de diversión.

 

4.1. La paulatina reconversión de los intermediarios.

Los intermediarios nunca desaparecerán del todo, pero si algo permite Internet es suprimir las barreras artificiales en la comunicación entre personas, y con ellas, la posición de privilegio que han venido desempeñando determinados profesionales de la política, la economía y la información.

Podemos tener un tímido indicio de lo que está por venir observando los bruscos cambios que afronta la industria del entretenimiento. Su función moduladora de los gustos del público está siendo muy condicionada por las inmensas posibilidades que ofrece Internet para el acceso a todo tipo de contenidos. Es posible una comunicación directa entre creadores y público, especialmente cuando los límites entre ambos roles tienden a difuminarse.

¿Desaparecerán por el camino los gestores culturales especializados en el adoctrinamiento de masas? ¿Sustituirán las compañías de telecomunicaciones a las grandes productoras de contenidos musicales y cinematográficos? El resultado de la batalla es incierto, pero si algo está claro es que se reducirá el número de intermediarios.

Idéntico adelgazamiento está experimentando ya la industria de la información. El aumento de competidores en todos los frentes ha propiciado una guerra de precios en la industria publicitaria, que amenaza con arrastrar tras de sí a históricas cabeceras periodísticas. Y sólo es el comienzo.

Observando lo que ocurre en el campo del entretenimiento y la información ¿cabe una extrapolación al terreno político? La relación entre electores y elegidos, la conformación de nuestro parlamentarismo, se basa en modelos de la sociedad agraria y preindustrial de finales del siglo XVIII. ¿Está justificado mantener dicho modelo en un mundo en que los ciudadanos pueden relacionarse directamente con el poder?

Es más ¿está justificada la opacidad y la burocracia de la Administración? ¿No sería más democrática y transparente una Administración donde todos los ciudadanos tuviesen acceso a toda la información sobre los concursos públicos?

La velocidad de las comunicaciones trastocará necesariamente las relaciones económicas. Las grandes empresas de distribución, que imponen su particular dictadura tanto a productores como a consumidores, quizás tengan menos sentido cuando el comercio electrónico acerque de verdad a los dos extremos de la cadena económica.

Pero al mismo tiempo que unos intermediarios se extinguen, aparecen nuevas oportunidades de negocio. Pensemos, por ejemplo, en el caso de la AppStore, y las inmensas posibilidades que puede ofrecer en otros sectores: intermediarios que ponen en contacto directo al creador de contenidos con sus consumidores.

¿Es posible trasladar un negocio similar al ámbito financiero, intermediando entre los titulares de depósitos y las personas necesitadas de crédito? ¿Toleraría el sistema una banca P2P?

En este momento, todo son hipótesis de futuros posibles. En lo único que podemos estar seguros, es que la brecha digital no hará sino aumentar la distancia entre las sociedades avanzadas y el enorme ejército de los excluidos.

 

4.2. Herramientas para la resistencia.

La caída de los regímenes comunistas, junto a innegables mejoras en el acceso de su población a los derechos civiles y políticos, nos enfrentó de bruces a una amarga realidad: cuando cae el aparato burocrático de un Estado, es sustituido de inmediato por un aparato no menos corrupto: el de las mafias.

La corrupción, endémica en los sistemas políticos autoritarios, es también creciente en las democracias formales. Si bien es cierto que a mayor poder, mayor corrupción, no es menos cierto que la descentralización del poder conlleva la diseminación de la corrupción en una economía de escala.

Cuando los contrapesos entre los diferentes poderes del estado no son suficientes para contener la corrupción, los ciudadanos pueden acabar viéndose obligados a ventilar el sistema: se hace muy difícil convivir con la mordida institucionalizada. En esas circunstancias es cuando se evidencia el poder revolucionario de la Red, como herramienta al servicio de la ciudadanía.

La tecnología desempeñó un papel muy relevante en los últimos días del gabinete Aznar. Tras las grandes movilizaciones contra la guerra de Irak, propiciadas desde listas de correo de Internet, los idus de marzo conocieron dos caras terribles de la telefonía GSM: su utilización como detonador, y su alternativa liberadora en la convocatoria de “flash mobs”.

Las nuevas tecnologías cambian la forma de ejercer los derechos. Pero en última instancia, los derechos de reunión y manifestación quedan en letra muerta si no se ejercitan: de nada nos sirven si no pensamos movernos del sillón.

Quizás el gran reto del siglo XXI no sea más que éste: entender que no podemos confiar en nadie más que en nosotros mismos. Entender que si de verdad es cierto que la soberanía reside en el pueblo, ha llegado la hora de que el pueblo ejerza sus propias responsabilidades de forma directa, sin delegaciones ni intermediarios.

Más allá de la crisis económica, vivimos una crisis de sistema. Nuestros intermediarios políticos han demostrado su inutilidad para gestionar los inmensos desequilibrios que genera un sistema social injusto. Pero de poco sirve quejarnos de ellos, mientras nos desentendemos de la toma de decisiones que sólo a nosotros nos corresponden.

Sólo cuando el Estado y el Mercado nos dejen sin protección social, empezaremos a entender que sólo somos partículas elementales, que nada pueden conseguir en solitario. Tenemos que reconstruir en el mundo real, y no sólo en Internet, las redes sociales destruidas por el individualismo salvaje. Y eso sólo puede hacerse llevando nuestra asamblea virtual permanente a las calles, a las fábricas, a los despachos.

Ha llegado el momento de que los habitantes de la sociedad conectada se pongan de pie, abandonando el sedentarismo del consumidor indolente. Las pantallas son armas de doble uso: pueden servir tanto para comunicarnos como para encadenarnos. De nosotros depende, en última instancia, escoger el camino.

Tenemos las herramientas, Internet y los ciberderechos: ha llegado la hora de utilizarlas en el mundo real. Comenzaba esta conferencia con una cita de Philip K. Dick, quien nos dejó antes de morir una pregunta sin contestar. Quizás su respuesta esté en las palabras de otro gran autor de ciencia ficción, con las que finaliza su obra más cercana a la realidad.

Les dejo con Neal Stephenson, “En el principio… fue la línea de comandos”:

“¿Qué diría el ingeniero, una vez hubieras explicado tu problema y enumerado todas las insatisfacciones de tu vida? Probablemente te diría que la vida es una cosa muy difícil y complicada; que ninguna interfaz puede cambiar eso; que cualquiera que crea lo contrario es un imbécil; y que si no te gusta que escojan por ti, deberías empezar a elegir por ti mismo.”

Carlos Sánchez Almeida.
La Casa Encendida, Madrid, 12 de Marzo de 2009

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